XCxomo ya empieza a ser tradición en nuestra democracia, el Debate del Estado de la Nación, se convierte en un magnífico discurso político y también en un espectáculo mediático. Al que el jefe del Gobierno y el líder de la Oposición acuden con vocación de examen. No voy a ocultar que las alegrías no son las mismas según quien saque mejor nota. Pero hay veces, y ésta era una, que el deseo hubiese sido el de que ambos obtuviesen una magnífica puntuación. Desgraciadamente no ha sido así y Zapatero ha hecho su examen brillantemente y Rajoy ha suspendido, y lo peor del caso es que este Rajoy da la sensación de que ha querido suspender, que no es que ignorase la materia, sino que a propósito no ha querido entrar en ella. Y es francamente malo. Porque se quiera o no, el PP representa un porcentaje tan alto de españoles, que es imposible vertebrar este país, sin su acuerdo en los asuntos más básicos. Y no ya, que también, porque las necesarias mayorías cualificadas, imposibles sin el PP, sino por el traslado a la sociedad de inseguridades e inquietudes.

Creo, sinceramente, que hubiera sido mucho mejor para todos que Rajoy, al menos, hubiese aprobado, y mejor aún si hubiese sacado buena nota. Porque motivos de inquietud hay, no hay que dramatizarlos y hacer aspavientos, pero serios sí lo son y en el discurso del Estado de la Nación, donde conviene oír a todos, hay portavoces que han dicho cosas muy poco tranquilizadoras, por muy en su derecho que estén de decirlas. El señor Puigcercós , por ejemplo, portavoz de Esquerra Republicana, estuvo tan arrogante como inoportuno, y eso que subía a la tribuna como expreso aliado del Gobierno, habría que ver lo que diría como oponente del mismo. Seguramente, y a lo peor, diría lo mismo, y esto significa que su apoyo, tanto al tripartito de Barcelona, como al Gobierno de Madrid, tiene un mero carácter estratégico y coyuntural, y que para nada intentar moderar posiciones y atenuar exigencias. La estructura del Estado es el meollo de la cuestión, el asunto más importante que le toca liderar a Zapatero, más que la cuestión etarra en estos momentos, que sin duda es también un asunto clave, y bienvenido sea el abrazo de Vergara , el único problema aquí es que desconocemos quién es el Maroto vasco en esta ocasión y no tenemos muy seguro si ha muerto Zumalacárregui . Se ha marcado Zapatero un objetivo muy difícil; ojalá lo alcance.

Es cierto que lo que no se intenta es lo único que no se consigue, y tal vez la única precaución sea guardarse de los que le aplaudan demasiado, porque algunos de ellos más que la anhelada paz desean algo muy distinto. Por otro lado, y a estas altura, esta guerra es deseable que termine, pero es perfectamente soportable. La mayor tranquilidad, su solemne palabra de que no habrá concesión política alguna.

Rajoy, que está demostrando ser un hombre íntimamente soberbio, frío y peligroso, hizo saltar todas las esperanzas de un entendimiento PP-PSOE, y este entendimiento es, sin embargo, necesario. En nuestra democracia hay veces que se pervierten los conceptos y da la sensación en algunos casos, que los líderes son los dueños de los partidos y no éstos los que colocan a los líderes. Me niego a creer que la derecha española desee mayoritariamente volar los puentes de entendimiento, como tampoco puede pretender desde una minoría parlamentaria por amplia que esta sea, imponer criterios que son minoritarios. Hay que reconstruir los puentes volados, tanto por el PSOE como por el PP, hay gente que puede hacerlo sin micrófonos y en silencio, obviamente los lanceadores más vehementes de una y otra parte, no serán los más adecuados. La generosidad en la victoria mide el talante de los vencedores.

*Ingeniero y director generalde Desarrollo Rural del MAPA