No se vayan todavía que aún hay más. Antes del parón que trae aparejado agosto queda una cita política en Extremadura de primer orden: el debate sobre el estado de la región. El Parlamento de Extremadura acoge este jueves y este viernes un pleno monográfico donde Guillermo Fernández Vara tiene que demostrar que lo está haciendo bien o, al menos, mejor que antes cuando gobernaba el PP, mientras que José Antonio Monago debe escenificar todo lo contrario: que desde que él se fue, hace justo un año, todo ha ido a peor. Mientras tanto, Podemos y Ciudadanos no pueden adoptar una posición de meros espectadores, deben posicionarse y protagonizar su papel, el cual pasa por ejercer una férrea oposición junto al PP o, por el contrario, echarle un cable al PSOE y aparecer como la minoría responsable y necesaria para un gobierno en minoría.

Después de las elecciones generales del 26-J, y en medio de la vorágine que está suponiendo nuevamente la conformación de un Gobierno en España, llega este debate sobre el estado de la región en Extremadura donde cada uno tiene una función asignada en Madrid pero que aquí cambia por completo. Está claro que la cercanía de Vara con Monago a cuenta de la aprobación del presupuesto regional en abril se ha diluido con el tiempo, vuelven a ser enemigos, mientras que la lejanía con Podemos, y en concreto con su dirigente regional, Alvaro Jaén, ha mejorado. Bueno, digamos que a los primeros espadas aún les cuesta, pero los segundos empiezan a mirarse a los ojos, arrepentidos todos de haber tenido que acudir a la derecha para pactar unas cuentas que deberían haber sido totalmente de izquierdas. Pasa como en el baile, que cada cual se suelta cuando la orquesta toca las melodías rápidas, pero cuando llegan las lentas uno se va con quien mejor coordina los movimientos.

Monago ha cogido aire desde las generales. Estaba muerto y ha resucitado, dicen en el PSOE. Lo cierto y verdad es que con el pacto de los presupuestos volvió al tablero de juego y con la victoria en las generales se ha puesto de pie. Los populares vuelven a tener esperanza; saben que no tiene nada que ver unas generales y unas autonómicas, pero el imposible de volver a ganar en esta región se ha difuminado en sólo un año y eso resulta todo un balón de oxígeno.

Vara no le echa cuenta al resultado de las generales. Piensa que las urnas no le han castigado a él sino a Sánchez ni tampoco han primado a Monago sino a Rajoy. Además, aún restan tres años para las autonómicas y tiempo hay de recuperar los votos del saco de la abstención. Sin embargo, prepara el debate de forma concienzuda, de algún modo es como en el fútbol, conviene meter un gol aunque se trate de un partido amistoso. Por eso, tratará de demostrar que ha cumplido buena parte de sus compromisos electorales, y en concreto el último, el de la Ley Contra la Exclusión Social, la cual, curiosamente, ha contado con el apoyo de Podemos.

Al final iremos a un debate duro. El aspirante, ahora crecido, tiene que aprovechar todas los combates que se le presentan para medirse con el campeón y el cuadrilátero de la política concede pocas oportunidades si además ha de compartirse con otros púgiles. Nadie cuestiona a Monago en el PP, las segundas y terceras filas pueden tener sus diferencias ahora que se está en la oposición, pero su liderazgo está claro sobre todo desde el 26-J. Sin embargo, su valía reside precisamente en estar a la altura en cada una de estos encuentros, demostrar que cuando llegan sus oportunidades sabe aprovecharlas, aunque ya veremos si lo hace con un Vara que no está dispuesto a poner la otra mejilla como ya ha dicho por activa y por pasiva, y que, aprobado su primer presupuesto de la legislatura, no tiene inconveniente en romper con quien sea dado que ya puede prorrogarlo cuantas veces quiera.