La ministra de Defensa, Carme Chacón , ha avivado el debate sucesorio en el seno del PSOE. Dos intervenciones suyas, una apostando por las primarias en caso de que Zapatero decidiera no presentarse, y otra, al responder con una obviedad a una pregunta con respuesta obvia, que España está preparada para tener una presidenta --catalana, de Castilla la Mancha o de cualquier otro lugar-- son los elementos que sustentan la tesis. Lo que ya no parece tan claro es que a lo que está sucediendo en el PSOE podamos llamarlo exactamente debate.

Para empezar, porque para que se abra un debate sobre la sucesión sería conveniente tener claro que ésta se va a producir, y ese es un dato que guarda celosamente Zapatero. Y en segundo lugar, porque los términos del debate no están fijados. En los medios gusta poner nombres encima de la mesa aventurando quién podría ser. Pero lo esencial no es el quién sino el cómo, y es ahí en donde Carme Chacón ha emitido su opinión libérrima. En estos momentos los socialistas podrían optar por tres vías diferentes: la designación avalada por el aparato del partido, la elección del candidato dentro de los órganos competentes, o la convocatoria de unas elecciones primarias abiertas a la militancia, la opción que tantos dolores de cabeza ha dado al aparato tanto en Madrid como en Barcelona. En términos democráticos, cualquiera de las tres fórmulas podría defenderse y cada una de ellas es mejor que la del cuaderno azul del líder cesante. Lo que parece un contradiós es que en materia tan sensible un partido mantenga abiertas las tres posibilidades.

Resuelto el procedimiento llegará el momento de hablar de nombres. Y cuando se elabore la nómina de candidatos sería difícil imaginar que Carme Chacón estuviera ausente.