Arrasan en cascada, sin visos de que remita. Nunca se ha cuestionado tanto la vida, pues diariamente sentimos el amargor de que alguien cometió el enésimo acto de corrupción. Por eso, asistimos incrédulos al trasiego de altos personajes ingresando en prisión, fragilizándose así la imagen del país. Y nunca se ha debatido tanto sobre lo que pasa en charlas de salón, en diálogos de café o en titulares de periódicos, y, por supuesto en el Congreso, que enrarecen la atmósfera circundante de este patio de Monipodio en que se ha convertido el país.

Aunque esto no es nuevo, ya que siempre han existido debates públicos, pues como dijo Bicki Baum , no existe mejor forma de entenderse los pueblos que mediante la dialéctica. El ágora griega y el foro romano son ejemplos de ello, donde destacaron excelsos oradores como Demóstenes y Cicerón , poderosos en el ataque y temibles en la réplica. Pero a la noble confrontación de opiniones se unieron argucias y malas artes, que buscaban erosionar al adversario, actuando como "jabalíes", con actitudes cerriles, según Ortega . Pasado el tiempo, irrumpieron otros brillantes tribunos, como Castellar en la I República, o Azaña y Gil Robles , en la II. Su esgrima dialéctica defendió leyes decisivas para el gobierno nacional, aunque no faltaron, en feroz oposición, erizadas bancadas con bastardos intereses. Por su parte, el franquismo sólo permitió un suave contraste de pareceres, en medio de una tediosa concurrencia de criterios.

En estos días, todo se pone en solfa y se cuestiona, en los más diversos foros y, sobre todo, en las inefables tertulias de radio y tv. que hoy señorean arrogantes todas las noches. Por su parte, los medios lanzan acusaciones sobre jueces, políticos, economía y educación, mientras surgen cual setas las imputaciones ante la avalancha corruptora que nos asola, causando bochorno y malestar. Aunque el mayor debate reside, ahora, en Cataluña, donde cierta población quiere separarse de España.

El ruidoso concierto del Nou Camp lo corrobora con su triste pancarta del "Adiós, España". Esto escuece y duele; al tiempo que un gran sonrojo está cayendo sobre un pueblo que sólo puede ser grande dentro de la indivisible unidad de la Patria, sin caer en el ampuloso "Freedom for Cataluya 2014", que olvidó el habla de la barretina.