TEtn Afganistán, sobre el papel, nuestros 778 soldados están cumpliendo una misión de paz bajo mandato de las Naciones Unidas. La realidad es otra: las tropas internacionales actúan como refuerzo del nutrido contingente de norteamericanos que por mandato de Washington combaten a muerte a los talibanes. El pasado lunes un ataque de la aviación norteamericano mató a 37 civiles; otro realizado ayer, a siete. Según la ONU, alrededor de 1.500 paisanos han perdido la vida en lo que llevamos de año a resultas de ataques de las tropas extranjeras desplegadas en el país.

El Gobierno de Kabul (presidente Hamid Karzai , sostenido por Washington) ha denunciado este tipo de ataques indiscriminados. Según algunos corresponsales europeos, fuera de las altas esferas políticas de Kabul, la población civil no distingue entre los soldados norteamericanos y las tropas de las Naciones Unidas. La capacidad de ocultamiento de los milicianos islamistas entre la población civil, constituye uno de los grandes obstáculos para el triunfo de la solución militar al problema de Afganistán.

El presidente electo Barack Obama habló durante la campaña electoral de disminuir el número de soldados destacadas en Irak y aumentar el de los que operan en Afganistán. Ahora son alrededor de 60.000 soldados extranjeros destacados en el país. Hace treinta años, la Unión Soviética llegó a tener cerca de medio millón y fracasó en su intento de controlar un país en el que --desde los tiempos de Alejandro Magno --, la guerra ha formado parte de las vidas de sus habitantes. Por sí sola, la solución militar no resolverá el problema de Afganistán. Algunos expertos occidentales empiezan a cuestionar el sentido de aquel combate lejano y se preguntan si hay razón para luchar durante mucho tiempo por la libertad de un pueblo que apenas lo hace por sí mismo. De ahí la pregunta inicial: ¿Debemos --los españoles-- seguir en Afganistán?