WEw l descalabro sufrido en las elecciones autonómicas y municipales del domingo pasado ha acrecentado la impresión de que el PSOE está profundamente desorientado sobre el camino que debe emprender para recuperar la iniciativa política y el favor de los ciudadanos, no ya ante los comicios legislativos de la primavera del 2012 --en el caso de que no haya adelanto y se cumpla el calendario de la legislatura-- sino a más largo plazo. En clave de análisis interno, lo que han confirmado las urnas es que de poco les ha servido a los socialistas que un muy desgastado José Luis Rodríguez Zapatero anunciase el 2 de abril que no va a repetir como candidato a la presidencia del Gobierno. Los ciudadanos no han valorado ese gesto y han votado por oposición a él.

Contra lo que no pocos auguraban, los presuntos aspirantes a cabeza de cartel socialista --Alfredo Pérez Rubalcaba y Carme Chacón son los previstos, pero quizá no terminen siendo los únicos-- han pospuesto sus legítimas ambiciones hasta transcurrido el 22-M. Pero el comité federal del PSOE del próximo sábado deberá abrir el proceso, y las discrepancias que afloran son de hondo calado, porque algunos dirigentes socialistas reclaman que el partido celebre cuanto antes no unas primarias para elegir al candidato a la Moncloa, sino un congreso en toda regla en el que Zapatero pase ya el testigo de la secretaría general del PSOE. Y si se abre paso esta posibilidad, que él rechaza y que por ahora logra imponer, el jefe del Gobierno tendría muy poco control del proceso de su sucesión.

El PSOE, obviamente, es libre de optar por el mecanismo que le parezca más oportuno para el relevo de su líder, y la limpia y democrática competencia interna entre aspirantes es algo consustancial a la actividad política que a nadie debe sorprender y mucho menos ofender. Pero ha de ser muy consciente de que lo último que puede permitirse tras la pérdida de credibilidad ante los ciudadanos es dar la impresión de que sus dirigentes se mueven por ambición personal de poder. Y el escenario de unas primeras es más transparente a ese tipo de actitudes.

Porque el problema de la izquierda --en España y en Europa en general, y agudizado por la crisis-- no es tanto de líderes como de programas: el rearme ideológico para plantar cara eficazmente a la desmesura neoliberal debe ser anterior o paralelo a la elección de quien ha de encarnar ese proyecto. Ese es el eje del debate que los socialistas deben afrontar en los próximos meses, en los que, por su parte, Rodríguez Zapatero deberá tener la entereza suficiente para no ceder a la tentación de apartarse de la línea de firmeza que la crisis económica exige. Sería el mejor legado que, aun sabiéndose amortizado, podría dejar a España.