Luis Cabaneiro Santomé

Profesor jubilado

LA MARCHA DE JUAN CARLOS I

La vida del Rey está condicionada por la representación libremente aceptada y a tiempo completo de su nación por lo que conseguir contratos para empresas nacionales estaba entre sus obligaciones, entonces, si necesitaba de comisiones, o estaba mal pagado, lo que no es el caso, o, se desvió en algún momento tentado por la ambición de disponer de millones de euros, incluso, de ponerlos en manos de señoras que no eran ni su señora. El juicio del hombre de a pie se ve muy influenciado por la empatía con quien, aún fallándole con sus actos sabe ganarle con su corazón, y este es el caso; durante años ha sabido ganarnos con su carácter a sabiendas de que no era completamente merecedor de él, lo cual induce a pensar que anteponía sus dudosas inversiones y caras diversiones a nuestra sincera y barata admiración. Ahora en el ambiente flotan las consecuencias de todo eso, nos sentimos enfrentados entre la obligación moral de criticar lo que parecen desmanes, agravados por la crítica situación que hoy atraviesan como pueden muchos de los ciudadanos que ayer lo aguardaban durante horas a pie de calle para demostrarle aprecio en persona, y la empatía que, por otra parte, sentimos hacia usted. Supongo que este es un caso claro para la justicia profesional que, libre de pasión y presión, será la única capaz de dilucidar si es aún merecedor del cariño que muchos le seguimos profesando a pesar de los pesares, si se lo seguiremos profesando pero ya sin ser merecedor de él, o ya no lo tendrá y deberá acudir a otro país a negociarlo y comprarlo. Da que pensar que quien demostró su temple en noches de incertidumbre vital tenga hoy que demostrar su honorabilidad. Ciertamente, somos humanos, usted también, y nuestra incorruptible decencia está, a veces, en manos del calor de nuestro corazón, de nuestra cartera o, incluso, de nuestra bragueta.