Javier Balza , consejero de Interior del Gobierno Vasco, acaba de advertir a la población del riesgo de que ETA trate de llevar a cabo un "atentado dramático" como respuesta a la concatenación de detenciones que desarbolan su dirección a los pocos de constituirse en relevo de la detenida. La advertencia, independientemente de la información de que disponga el consejero Balza, tiene lógica porque la banda terrorista tiene un problema de marketing externo e interno.

Necesita demostrar a la sociedad que puede reconstruir una y otra vez su organización debilitada por los golpes policiales y, sobre todo, tiene que tratar de mantener la moral de sus presos y exiliados y de la gente que tiene en la cantera para promover cada renovación de su estructura. Y estas demostraciones ETA siempre las hace a sangre y fuego.

La ecuación en la lucha antiterrorista es clara: la batalla está ganada pero todavía falta tiempo para que sea efectiva; y mientras tanto la sociedad tiene que saber que el precio de esa victoria es soportar los muertos que todavía puede promover el terrorismo.

Javier Balza ha afirmado también que ETA tiene que poner encima de la mesa "algo más que una tregua" para poder proceder a un nuevo proceso de negociación. Me parece una declaración equivocada: ETA no mata para ganar, porque sabe que es imposible, lo hace para sentar al Gobierno a negociar incluso sabiendo que sus posiciones son imposibles porque con esos gestos gana legitimidad ante los suyos. Si no interiorizamos que la negociación que se cerró con el brutal atentado de la T-4 ha sido la última, no haremos más que estimular precisamente atentados desesperados de ETA para que la sociedad o parte de ella vuelva a reclamar un proceso de negociación.

No hay nada que negociar con ETA salvo suavizar medianamente las condiciones carcelarias de quienes muestren arrepentimiento: por ejemplo, dejarles tener un televisor en la celda o unas pocas horas más de patio.