ETA ha perdido por segunda vez en tres meses a los responsables de sus comandos, lo que pone de manifiesto su fragilidad organizativa. En un intento de ofensiva navideña, la banda ha tenido que recurrir a terroristas en libertad condicional para enviarlos a Madrid sin una infraestructura sólida. Y la detención de éstos cuando preparaban el atentado ha conducido en sólo 24 horas a la cúpula de la organización.

Los etarras siempre han intentado demostrar con sangre que siguen en pie. Pero tanto su debilidad como el bajo tono de las protestas en la calle por la ilegalización de Batasuna son signos esperanzadores. Precisamente ahora resultan más insostenibles las reticencias de Mayor Oreja a acudir a la manifestación que el lehendakari Juan José Ibarretxe ha convocado para pasado mañana con el único lema de Fuera ETA. Ni unos tienen por qué asumir con este gesto el plan del PNV de acercarse a la autodeterminación, ni los nacionalistas tienen por qué comulgar con la ilegalización de Batasuna como pretende el Partido Popular. Si este domingo los demócratas son incapaces de ponerse de acuerdo ni tan siquiera en salir juntos a la calle, sería la única buena noticia que le llegaría a ETA en muchos meses.