TLteí hace unos días en este diario un reportaje de Mar Gallardo sobre la violencia en EEUU. Evocaba las protestas de miles de ciudadanos que invadieron las calles de Ferguson en el 2014. Un joven, Michael Brown , no iba armado pero un policía, que fue absuelto, lo mató. Hay casos más recientes en los que cuenta mucho la interpretación de los hechos. Evidentemente, no soy psicólogo ni analista de conductas, mi campo de curiosidad es el lenguaje y sentido de cada palabra.

Espero que al lector no le fatigue demasiado seguir las reflexiones que me ha provocado una fotografía en el que se ve a unos manifestantes que llevan una pancarta con esta frase: Stop Police Brutality. La traducción es fácil: "Basta de brutalidad policial". Y también "Paremos la brutalidad policial". Pero se me ha ocurrido que podríamos cambiar el orden de las palabras: "¡Brutalidad policial. Basta!". O "¡Brutalidad policial. Parémosla!".

Me parece que el protagonismo de la frase lo tiene la brutalidad. La brutalidad es un hecho. Detenerla es un propósito. Alguien puede decir que ya nos entendemos, que el orden de palabras no importa. Pero me gustaría que el lector comparara dos versiones de la misma idea. Por ejemplo: "Te he de decir que te quiero" o "Te quiero. Te lo tengo que decir". "El primero eres tú" o "Tú eres el primero".

La gramática estudia el sistema de una lengua, enseña a hablar y escribir, pero como un mecanismo. No puede imponer una norma que sea válida para cada necesidad expresiva. Tenemos la libertad de decir, y de escribir, "±no lo haré nunca más" o "nunca más lo haré". ¿Qué le parece más rotundo al lector?

Es muy importante, naturalmente, saber qué tenemos que decir. Pero no es suficiente. En algunos momentos de nuestra vida social puede ser que un amigo se sienta incómodo por lo que hemos dicho. Es posible que nos hayamos equivocado en el cómo y el cuándo decirlo.