Una de las expresiones más frecuentes en el paisaje social, político, religioso y económico es la referente a los valores. La encontramos en todos los tejidos verbales de los distintos colores ideológicos, desde los del fanatismo intolerante hasta la de quienes sitúan la tolerancia como norma básica de vida. Se habla de la educación en valores, de trasmitir valores, de la pérdida de valores, de la escala de valores, de la falta de valores, de la recuperación de los valores, del desprecio por los valores. Un rosario de frases que puede alargarse hasta el infinito.

La más repetida, posiblemente, aunque en esto no existen estadísticas ni pueden existir, es la que reclama una escala de valores bien clasificados como si se tratara de la Liga de fútbol o del ranking de los tenistas de la ATP. No es fácil establecer esa escala e, incluso, añadiría que resulta imposible, si analizamos las múltiples proposiciones que hacen los teóricos que las formulan. Decir valores es una expresión genérica y, por lo tanto, indefinida. Es como un nombre cuyos apellidos es necesario precisar para situar su identidad.

Si acudimos al diccionario de la Real Academia, nos encontramos con que de las 13 acepciones que tiene la palabra valor y valores, todas ellas se refieren con diversas variantes a la vertiente económica y a las de osadía, fuerza o coraje de las personas. Solo en un apartado de la acepción número 13 encontramos una definición que puede englobar algo de la significación de la que hablo aquí. Dice: "Entereza de ánimo para cumplir los deberes de la ciudadanía, sin arredrarse por amenazas, peligros o vejaciones".

XEN CAMBIOx, si viajamos por internet, hay una verdadera inundación de artículos, debates, interminable bibliografía y reflexiones de factura muy diferente y a veces contradictoria sobre el concepto y la enumeración de los valores, valores humanos y valores cívicos.

En el retablo de los valores, hay que enumerar en lugar destacado los llamados valores religiosos, y son frecuentes las expresiones de valores cristianos, valores islámicos y valores judíos. Por supuesto, entre nosotros la expresión valores cristianos es la absolutamente dominante.

En el subsuelo de nuestra cultura existe un consenso y sentimiento compartido al señalar las palabras que definen determinados valores, por lo menos las más significativas, en donde situamos la residencia de este término. Se trata de construir la propia identidad en relación con los otros para articular una convivencia armónica y pacífica.

Por lo tanto, los valores son hojas de ruta para vivir y convivir. Unas creencias estables y básicas que distinguen lo bueno de lo malo. Se trata de valores formulados en positivo, del no matarás mosaico al de respeta la vida, porque la única manera de equivocarse es hacer sufrir a los otros y, por lo tanto, la única manera de acertar es procurarles la mayor felicidad posible.

A la hora de establecer el catálogo de los valores, no hay uniformidad ni acuerdo en el número, pero sí un cierto consenso en muchos de ellos y en la consideración de que existen dos tipos, los valores instrumentales y los valores terminales. Los instrumentales radican en las personas, los terminales expresan los fines deseables de la existencia, las metas a las que dirigirse. En el capítulo de los valores instrumentales es evidente que las personas pueden ser alegres, ambiciosas, capaces, responsables, corteses, tolerantes, valientes, serviciales, lógicas, honradas, afectuosas, limpias, imaginativas. Las cualidades que acabo de enumerar se pueden encuadrar todas en una escala de valores, pero no se trata de una lista exhaustiva, sino abierta.

El otro apartado es el de los valores terminales. Ahí van algunos de ellos: la paz, la igualdad, la libertad, la felicidad, el placer, la virtud, el honor, la sabiduría, la seguridad, la armonía interna, una vida emocionante, la familia, la seguridad nacional, una vida confortable, el reconocimiento social. Me he basado en varios sociólogos, psicólogos y estudiosos del tema desde otras ópticas científicas para el catálogo que acabo de escribir, especialmente en Milton Roach .

Pero, como pueden ver, se trata de palabra de contenido ancho y que a lo largo de la historia se ha ido transformando. No cabe duda de que la libertad y la felicidad son valores y han sido citados como tales a lo largo de los siglos, pero no significaban lo mismo en la cultura grecolatina que en la cristiandad medieval, en el Siglo de las Luces o en la posmodernidad que estamos viviendo.

Si leemos ensayos o libros costumbristas sobre el honor, las diferencias son abismales. Apelando a la misma palabra se defienden cosas diferentes. Para los caballeros españoles de finales de la edad media, la gran residencia del honor estaba entre las piernas de sus mujeres. La libertad también se ha entendido de formas diversas. Los fundamentalistas entendían y entienden que solo debe existir libertad para la verdad, no para el error. Pero la verdad la definen ellos. Es fácil hablar de valores. Lo difícil es practicarlos.