Resulta significativa la condena de un año de prisión, dictada recientemente, a la madre de un alumno, en Andalucía, por haber abofeteado públicamente a un profesor, delante del resto de los alumnos de la clase. Y la pena viene en orden a que el maestro, el educador, está revestido de autoridad cuando ejerce sus tareas pedagógicas en el correspondiente centro de trabajo.

Es de esperar que la sentencia siente precedente y refuerce la autoridad (que no autoritarismo, como ocurría tantas veces antaño) que debe revestir la figura del profesor. Y es que no sólo en Andalucía, sino aquí también, en nuestra comunidad extremeña, se suceden repetidos casos de agresiones verbales y físicas, de despreciativos tuteos, de hondos vacíos y ninguneos... hacia quienes, con la mejor de sus voluntades, se esfuerzan, día tras día, en transmitir conocimientos y educar en valores a niños y adolescentes.

Hemos visto, en nuestro discurrir profesional, a bastantes rabisalseras y chocarreros que, sin el mínimo pudor, van despotricando por la calle que sus hijos sacan estas o aquellas notas (en el caso de buenas calificaciones) porque son unos talentazos . Pero si ocurre al revés, es que, entonces, los profesores del chaval son unos incompetentes o le tienen manía al muchacho. Para nada se valora la labor educacional e instructiva del maestro, expuesto ahora, más que nunca, a bajas por depresión y otros males psicológicos.

XDEJANDO APARTEx aquello de la letra con sangre entra (que no siempre era así), el personal se pregunta por qué ha caído en picado la figura del profesor, quedando relegado, en muchos casos, a un pelele o estropajo, capaz de ser zarandeado por ciertos padres o alumnos. Posiblemente, intervengan varios factores. De unos años a esta parte, ciertos políticos, que entendían de ciencias pedagógicas lo que este servidor de ustedes puede entender sobre teologías arzobispales, se han encargado de llenar los centros de carteles y trípticos sobre los Derechos del menor . Pero poco se habló sobre sus deberes.

También es posible que ciertos complejos sobre disciplinas y poses autoritarias de etapas anteriores, llevaran los caminos pedagógicos al polo opuesto, pero no desde un punto de vista progresista, sino de cuño liberal (o neoliberal). Y en las escuelas comenzó a fermentar un compadreo y coleguismo , minándose poco a poco la digna aureola que rodeaba al maestro. Por otro lado, una sociedad permisiva y consumista se ha ido infiltrando en nuestras viviendas. Se han tirado por la borda, por mor de la televisión y otros medios, valores como el esfuerzo y el sacrificio, la austeridad y el comedimiento, el sano afán de superación y diligencia... Imperan, en estos momentos, falsos hedonismos, anticulturas botelloneras y locas carreras por ganar la pasta gansa, tal y como lo consiguen impresentables personajes de los programas del corazón y de la prensa rosa.

No se ponen límites a nuestros menores, que se vuelven cada día más exigentes y más déspotas. Muchas familias no se percatan que el no no daña a los niños. No atienden a esa filosofía que advierte que, si al muchacho no se le endereza --tal que a un árbol nuevo-- desde pequeño, acabará por torcerse definitivamente.

No hace mucho, dio comienzo el nuevo curso escolar en nuestra comunidad extremeña. Creemos que aquí (en otros sitios sí ha ocurrido) no habrá que colocar carteles en los centros con el rótulo Prohibido pegar al profesor . Pero para ello es preciso decir no a ciertos derechos, si no se contrarrestan con los correspondientes deberes. Y misión es ésa que compete a los padres y a sus respectivas asociaciones, así como a la Administración educativa en sus diferentes peldaños. Ojalá llegue algún día, no muy lejano, en que en nuestros colegios extremeños podamos ver aquellos otros carteles de Prohibido prohibir . Nosotros seguimos creyendo en la utopía.

*Profesor y educador social