WEw l banco central de Estados Unidos ha hecho público, en coincidencia a todas luces fortuita con los últimos resultados electorales que han supuesto un duro revés para los demócratas y, particularmente para Barack Obama, que el crecimiento del 2% y el paro del 10%, igual a la media europea pero con menor cobertura, son "decepcionantes". Y que como la inflación no llega al objetivo del 2%, puede y debe adoptar medidas de estímulo.

En plena crisis del 2008, la Reserva Federal decidió bajar los tipos de interés al 0% y, al mismo tiempo, comprar bonos por importe de 1,3 billones de dólares hasta dejar atrás la recesión a finales del 2009. La medida constituyó una revolución y un éxito. Pero ahora la economía norteamericana se frena (400.000 empleos menos desde mayo) y opta --después de estar discutiéndolo desde el pasado agosto-- por una política monetaria más expansiva. Y como ya no puede bajar los tipos a corto plazo (0%) decide volver a comprar bonos por importe de otros 600.000 millones, lo cual significa que, haciendo funcionar la máquina de billetes, quiere transmitir alegría a los agentes económicos y bajar los tipos de interés a largo plazo, que son los decisivos para que una familia se decida a hipotecarse comprando un piso o para que una empresa se embarque en una inversión para desarrollarla. La Reserva Federal admite así (10 votos contra uno) que el peligro hoy no es la inflación sino una economía débil que no genere empleo y que conduzca a la temida deflación (caída continua de precios, salarios y Producto Interior Bruto). Las palomas se han impuesto así a los halcones, los que creen que el temor a la inflación debe prevalecer aunque se perjudique la ocupación.

Se trata, con todo, de una decisión arriesgada que indefectiblemente será criticada. Pero se adopta porque se teme más recaer en la recesión. Además, debe compensar la posible parálisis de la política fiscal tras la derrota de Obama. Ben Bernanke, un economista ortodoxo nombrado por Bush y que está al frente de la Reserva Federal, muestra así un gran pragmatismo.

Y en esta coyuntura Europa debe reflexionar, porque la decisión norteamericana conlleva el descenso del dólar y la paralela revalorización del euro, que dañará nuestra tímida recuperación por las consecuencias que de ella se deriven en las exportaciones. Europa tiene una política monetaria más cauta (tipos en el 1%) y presión alemana para endurecerla. Y, además, BCE optó, en su reunión del jueves, por mantener los tipos de interés. Es el mínimo exigible, porque la depreciación competitiva del dólar perjudicará a la industria de la UE. ¿Tiene sentido que los dos bancos centrales de las dos primeras economías mundiales, con tasas de paro e inflación similares, tengan políticas monetarias divergentes?