WTwodos los acontecimientos, incluido el recrudecimiento de la violencia, sugieren, una vez más, que el calendario norteamericano para conseguir una Constitución para Irak ha sido demasiado apresurado. En ningún caso el necesario para lograr que las distintas facciones sellen una fórmula que garantice un Irak en paz. Las dificultades del Parlamento para aprobar un texto que kurdos y shiís quieren imponer de cualquier modo a los sunís confirman la polarización confesional y étnica que sufre un país creado artificialmente por el Reino Unido en 1921 y cuya unidad sólo ha sido posible mantener desde entonces por un poder dictatorial.

No hay identidad ni interés nacional compartido entre los kurdos que sueñan con la independencia, la mayoría shií que aspira a una teocracia y los sunís que querrían mantener sus privilegios.

La imprevisión de Washington vuelve a manifestarse con toda su crudeza porque tiene que tratar con tres Iraks en vez de uno. De una invasión y ocupación que rompieron el país era más fácil que surgiese un semillero de terroristas y un territorio balcanizado que un movimiento político capaz de reconstruir un Irak democrático, ya no modélico, sino simplemente viable.