Un viejo proverbio oriental dice que “cuando el sabio señala la luna, el necio mira el dedo”. Pues bien, por esas raras asociaciones de ideas que a veces se producen en nuestro cerebro, se me ha ocurrido aplicar el proverbio a lo que está sucediendo en España. La conclusión a la que he llegado no puede ser más desalentadora: Aquí y ahora, quienes más levantan el dedo, más que sabios son “listos” que no señalan más luna que la de sus propios intereses. Entonces, ¿cómo calificar a aquellos que miran esos dedos erguidos sin ninguna referencia?. En este caso no seré yo quien entre en calificaciones, convencido de que, en estos últimos tiempos, lo que prima en nuestro país es el seguidismo ciego a los líderes que defienden lo que pensamos, con independencia de que sus opiniones sean acertadas o no. Es decir, que si hay luna, o no, parece importar poco.

Volviendo al proverbio, y adaptándolo a nuestra realidad actual, se podría decir que la luna debería ser la lucha contra el Covid19; y los dedos que no nos dejan mirar más allá, los intereses partidistas, lo único que parece importarle a algunos de esos “listos digitales”, dicho sea en el más amplio sentido del término. Mientras, los necios seguimos mirando los dedos de quienes están más cerca de nuestras creencias o convicciones, sin levantar la vista hacia esa luna que está condicionando nuestras vidas en todos los sentidos. Es muy triste, pero debo reconocer que quienes alientan la crispación política y social a cuenta de la pandemia están haciendo un gran trabajo, pues nos están llevando a su terreno.

No es mi intención señalar a los culpables de la situación, que quizá lo sean los actores del tablero político y todos nosotros, pero mientras los siniestros dedos de la división continúan erguidos, amenazantes, la trágica luna de la pandemia sigue ahí, cada vez más fuerte. Lo peor de todo es que la opaca luz de este fenómeno, aún desconocido en muchos aspectos, nos tapa las consecuencias que, para muchos, está teniendo. Y, en contra de lo que hacen algunos, no estoy hablando solo de la ruina económica que está provocando en las empresas que, con ser importante, no debería ocupar en exclusiva el debate.

Porque con frecuencia se ocultan - o se minimizan - otras ruinas no menos importantes, como la que está provocando la pandemia en un amplio sector de la población que, debido a la precariedad laboral y la debilidad de nuestro sistema productivo, está arrastrando a muchas personas a las largas filas que, con vergüenza, buscan algo con lo que alimentar a sus familias.

En este tiempo, los dirigentes políticos - unos más que otros - parecen más interesados en arañar un puñado de votos que en solucionar los problemas que nos afectan, como amparar con dignidad a quienes se están quedando por el camino, invertir en sanidad, ciencia y educación y, en definitiva, poner las bases de una economía fuerte para que la catástrofe provocada por el Covid19 no vuelva a repetirse. Y, por supuesto, no invertir esfuerzos en buscar culpables a la situación actual que, por desgracia, somos todos. Unos por acción y otros por omisión.