En todas las ciudades existen pequeños negocios, creados por gente de la ciudad, cuya actividad comercial parece que nunca cesará.

La realidad es bien distinta, el poco apoyo y protección que desde los organismos públicos se les ofrece, junto con la creciente implantación de franquicias y tiendas orientales contra las que no pueden competir por sus bajos precios, están acabando con ellos.

Estos negocios hay que mimarlos, protegerlos, ayudarlos e impulsarlos. Son nuestras tiendas, bares, panaderías, carnicerías- las de toda la vida. Las que cuando vas con tus padres, te cuentan historias de cuando eran niños e iban a ese mismo sitio. Sitios donde los empleados te preguntan por la familia, y en los que si se te ha olvidado la cartera en casa puedes decir cosas como --Señor Antonio, mañana le pago que me he quedado las perras en casa--. La verdad no me veo diciendo eso en Springfield ni en El Corte Inglés.

Una ciudad son sus calles, sus ríos, sus gentes, su historia, pero también la forman sus bares y tiendas de siempre.

Por todos aquellos que siguen luchando, me quito el sombrero.

Raúl Lozano **

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