Impetuosamente entró el tercer milenio tratando de anular la secular fiesta nacional, cuando en Nimes de Francia hacen ímprobos esfuerzos por potenciar las corridas de toros que Domingo Ortega bien lo sabe, puesto que su hierro surte muchos festejos de esa plaza.

Están locos estos romanos como decía Astérix cada vez que daba un estacazo y se llevaba por delante una centuria entera.

Pues sí. Están locos estos intelectuales de nuevo cuño, cuando sin argumentos lógicos quieren suprimir este espectáculo de masas que ha sido el único en Europa desde los circos romanos.

A finales del siglo XIX, los ingleses inventaron el futbol, el tenis y otros deportes masivos, que los franceses con su habitual chauvinismo dieron o cambiaron alguna reglita sin cambiar la esencialidad.

En el amplio intervalo de los gladiadores al futbol, fueron los toros el sostén de las masas, hasta que ese impulso indujo a los gobiernos de aquella era a encargar al ilustrado Jovellanos el Reglamento de Espectáculos Públicos, que con su ingenio y culturaza ahí está, cuando en Europa solo había piojos, aquí por lo menos teníamos sol y moscas.