El Defensor del Pueblo ha citado en su última Memoria, correspondiente al 2008, a Navalmoral de la Mata como uno de los municipios que entorpece su labor. No debería ser objeto de timbre, sino de bochorno, pero el alcalde Moralo ha manifestado, primero que no le preocupa lo que diga esta institución, y después que el Defensor se mete donde no lo llaman.

¿Y dónde se ha metido el Defensor para que reciba respuesta tan desabrida del primer edil moralo? Pues en asuntos de su competencia. Que son también de competencia municipal. Resulta que al Defensor le llegaron las quejas de unos vecinos que viven en una zona de saturación de ruidos. Este se interesó por el asunto y pidió información al ayuntamiento, que se hizo el remolón, de modo que la institución que dirige Enrique Múgica ha necesitado tres requerimientos al consistorio para que éste se digne contestarle. El primer requerimiento en septiembre del 2007, y el último, a la vista del silencio del ayuntamiento, en mayo del 2008.

Que las instituciones se respeten entre sí y no entorpezcan su trabajo debería ser un dogma democrático de obligado cumplimiento. Pero a veces se olvida. Como en este caso.