Los datos que nos proporciona la encuesta PIAAC (el Programa Internacional de las Competencias para la Evaluación de las Competencias de los Adultos), impulsado por la OCDE, son realmente desoladores en relación al nivel educativo de los adultos españoles, en una amplia franja que comprende desde los 16 a los 65 años. En la cola de los países desarrollados tanto en comprensión lectora como en matemáticas (un 21% y un 23% de puntos negativos, respectivamente, en relación a la media de la OCDE), el detalle del documento nos obliga incluso a tener en cuenta conclusiones más negativas, derivadas del mínimo porcentaje de ciudadanos españoles que figuran en la franja alta de la formación y la gran cantidad porcentual de personas en los niveles inferiores.

Este informe, avalado científicamente, revela sin duda una deficiencia importante en el conjunto del Estado, que el PP ha achacado de manera inmediata a las consecuencias derivadas de la aplicación de la LOGSE y la LOE, leyes de educación aprobadas en épocas de Gobierno socialista. Han querido ver en este punto la confirmación de la necesidad de una nueva ley orgánica --la LOMCE--, supuesta panacea para recuperar el pulso. El PP no tiene en cuenta una obviedad meridiana: el hecho de que la encuesta afecta a las competencias de españoles de muy diversas edades y, en consecuencia, que han estudiado bajo estructuras tan distintas como las del tardoranquismo, de la transición, o de las diversas que hemos vivido a lo largo del siglo XXI.

No debe responsabilizarse, pues, a una legislación concreta, pero sí a una inercia política que, desde la llegada de la democracia, ha generado siete disposiciones de alto rango implantadas a partir de una dispersión de intereses ideológicos y pedagógicos del todo contraproducentes para la necesaria estabilidad de algo tan serio como la educación. La LOMCE sigue por ese camino y, de esta manera, sin consenso, sin altitud de miras, solo se logrará perpetuar la pésima clasificación española en un ránking de tanta importancia.

El informe PISA del 2013, referido a los alumnos de primaria y que no se conocerá hasta diciembre, no promete tampoco demasiadas alegrías, aun cuando hubo mejoras en la última referencia del 2009. Son parámetros lamentables y coincidentes.