El fantasma de la deflación, es decir, la continua bajada de los precios, se aleja: tanto en España como en Extremadura, las alzas registradas en noviembre han hecho que el índice en los últimos doce meses supere ligeramente el cero. La deflación es el síntoma más claro de la atonía del consumo, y con ella de la economía productiva. Los ciudadanos aguantan sus expectativas de comprar ante la certeza de que en el futuro el precio estará más bajo, con lo que se produce la peor situación para crear empleo, que es lo que se necesita para reactivar el consumo y salir de la crisis.

No obstante, está por ver si el repunte de los precios en noviembre (medio punto en el conjunto nacional y cuatro décimas en Extremadura) se debe, como afirma el PP, a la coyuntura de las fiestas navideñas, pero sea como fuere, la subida de los precios ya pone de manifiesto que hay una cierta tensión consumidora, que es un buen síntoma económico. Los sindicatos se quejan de que la escasa subida de los precios supondrá una pérdida de poder adquisitivo de los salarios, establecidos en los convenios con cláusulas de revisión en función del IPC. La queja es entendible desde la lógica sindical, pero no tanto desde la lógica económica, puesto que las revisiones se establecen para ajustar los salarios al coste de la vida, que unas veces sube y otras baja, no como una fórmula segura de lograr mejoras salariales.