La dimisión de Luis Jones , el número dos de la Agencia Tributaria, pone de nuevo en el disparadero a un organismo clave que exige estabilidad. Acometer una reforma fiscal, sacar rendimiento a la llamada amnistía fiscal y transmitir a los ciudadanos el cumplimiento de la gestión con el máximo rigor cuando más se les exige no constituyen empresas compatibles con sombras de errores o de injerencias políticas. Este verano tuvo que abandonar el cargo la directora general, Beatriz Viana , por la polémica de los DNI de la infanta Cristina. Su sustituto, Santiago Menéndez , y el ministro Cristóbal Montoro se ven obligados ahora a dar explicaciones ante el revuelo causado por el cese de una inspectora de grandes contribuyentes en relación con la sanción a la cementera mexicana Cemex. Conviene, pues, acabar con esta impresión externa de inestabilidad y con la consternación interna para optimizar desde la discreción un trabajo de interés público y sometido al cumplimiento de todos los mecanismos de control necesarios.