WEw l presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha puesto oficialmente fin a la guerra de Irak. Y ahora es verdad. Esta misma semana se ha escenificado la salida de ese país. El 1 de mayo del 2003, dos meses después de la invasión estadounidense, el entonces presidente George W. Bush, a bordo del portaviones Abraham Lincoln, pronunció la célebre y al mismo tiempo mentirosa frase "misión cumplida". Solo que nada se había cumplido. La guerra continuó. Se trocaron los papeles y entonces fue la insurgencia la que acosó a las tropas de EEUU.

Después vendría la guerra civil, la aparición de Al Qaeda en el país, los escándalos de la cárcel de Abú Graib, la inestabilidad política una vez callaron las armas y las bombas, y la emergencia no deseada y temida de la influencia del régimen iraní.

De aquella guerra contra el tirano Sadam Husein debía nacer, según el plan de los neocon que por entonces poblaban la Casa Blanca, el Departamento de Estado y el Pentágono, una democracia que se convertiría en el faro que irradiaría libertad para el resto del mundo árabe, una libertad ansiada por aquellos pueblos.

El programa fracasó estrepitosamente. El conflicto ha costado la vida a 4.500 soldados estadounidenses y una cifra que oscila entre 100.000 y 600.000 civiles muertos, aunque nunca se sabrá con certeza. El país ha quedado destruido y su economía, por los suelos. Y Washington ha perdido prestigio e influencia, y el precio pagado no es ajeno a la crisis económica en EEUU.

Unicamente en una cosa acertaron los mandarines estadounidenses y fue en las ansias de democracia de los árabes. Pero la democracia no se impone ni desde arriba ni por la fuerza. Y ahí están para demostrarlo las revueltas árabes que se han extendido en menos de un año, desde Túnez a Libia, desde Yemen a Egipto.

Han sido los ciudadanos de esos países árabes quienes se han convertido en protagonistas directos de sus reivindicaciones de libertad y quienes han acabado con los tiranos que durante años han tenido que soportar. En ningún caso significa que la democracia se ha instalado ya en la zona. Los procesos de democratización son lentos por definición. Las transiciones pueden durar años y las victorias islamistas en las elecciones realizadas hasta ahora plantean más de una duda. Pero, pese a todo, si alguien tiene que protagonizar los procesos democratizadores son las sociedades de cada uno de esos países.