Las redes están sirviendo para dar visibilidad y denunciar comportamientos machistas. Esta vez no son pocas las mujeres que acuden a internet para desvelar el miedo y la impotencia que les han provocado actitudes que llegan al acoso por parte de algunos repartidores, que utilizan implícitamente la intimidación de saber dónde viven ellas y cuál es su móvil. Es precisamente el teléfono de estas víctimas, cuyo número es facilitado para recibir un encargo, una comida o un servicio técnico, el instrumento de estos depredadores. Algunas compañías, por cuestión de imagen, por convencimiento o por ambas cosas, han tomado medidas para evitar estas situaciones. La reacción interna de todas estas empresas y de los mecanismos de protección de datos para perseguir un uso indebido es exigible para cortar la amenaza sobre las mujeres, así como la actuación policial en los casos en que estos acosadores entran en lo delictivo. El primer paso, como ha ocurrido con detestables viejos comportamientos similares, es el de la denuncia, tanto la pública como la privada. Movimientos como el de #MeeToo han demostrado que silenciar estas actitudes machistas ha sido históricamente la peor manera de combatirlas. En este sentido, es de elogiar que las afectadas hagan oír su «basta ya» y resulta razonable animarlas a acudir en su caso a la policía o la justicia.