El debate sobre las ayudas institucionales al deporte de cierto nivel vuelve a suscitarse estos días en la esfera pública extremeña. La cuestión, en absoluto baladí, rebrota cíclicamente hasta límites tan apasionantes como cansinos. Cada año por estas fechas aparece un particular tira y afloja que oscila entre la lógica pretensión de los clubs de contar con la mayor cantidad de dinero posible para sus respectivos proyectos hasta la no menos razonable idea de las administraciones de no sobrepasar los límites presupuestarios.

Este año se ponen sobre la mesa varias modificaciones adaptadas a los nuevos tiempos. Un caso singular es el de los clubs de fútbol de Segunda B. Para la próxima temporada no habrá uno, sino tres, en la categoría de bronce: al Mérida (si es que finalmente sale a escena) se le suman los ascendidos Cacereño y Cerro de Reyes. Entre los tres ya han ideado una estrategia para conseguir el mejor ´botín´ posible, pero la Junta no está dispuesto a dar globalmente mucho más que lo que otorgó al Mérida: 300.000 euros. "No somos directivos", ha afirmado el consejero de los Jóvenes y el Deporte, con buena lógica. Pero todo ha ido más allá: ya se han iniciado las comparaciones con otros deportes, como el baloncesto. El Cáceres casi dobla lo que percibirán Cacereño, Cerro y Mérida. La espiral no deja de ser peligrosa, teniendo en cuenta que hay 70 proyectos deportivos y la tarta es cada vez más pequeña. Por esta razón no estaría de más que se estableciera una norma que estableciera criterios inequívocos. Se ahorrarían así sinsabores y falsas expectativas.