Dramaturgo

En Badajoz hay una frustración deportiva muy grande que viene desde la época del Campo de la Metalúrgica con el Pastas Gallo mojándonos la oreja, pasando por las palizas que le daba un portugués bajito y cetrino a nuestro boxeador local y por los pivots casi NBA de Manolo Rojas. Salvo momentos gloriosos como el paso de la Vuelta Ciclista por delante de los hogares, el triunfo del Boming del capitán Ledesma en balonmano, las hazañas del BBC o el ascenso a segunda de Pozo y otros diez que jugaban con él en el Club Deportivo Badajoz, el resto es un campo desolado en el que sólo florece una afición de acero inoxidable y algunos deportistas, como Alberto Callejo, que jugaban al baloncesto por la mañana, al balonmano al mediodía y al fútbol por la tarde.

Lo del cinco a cero del Betis B de hace unos domingos, es un eslabón más de esta cadena pesada que el día que se rompa, que se romperá, va a llenar las fuentes de eufóricos y va a dejar a mi amigo Mediero sin voz.

Me imagino una ciudad convertida en aceras en su totalidad, como dice el arquitecto del Plan, con el equipo de fútbol, baloncesto o ajedrez en Primera, con las calles llenas de banderolas y confetis y gentes de las barriadas (que llegarán hasta el centro de forma vertebrada como pide Moisés) jaleando a los mirones de las ventanas de Santa Marina para que bajen a dar saltos con ellos. Me imagino la efervescencia de campos llenos y goleadas, y parece que lo del cinco a cero se me hace menos intragable. Y lo de los coches aparcados en doble fila y lo de las barriadas invertebradas. Un gol a tiempo cambia una vida y hasta puede cambiar un Plan de Urbanismo. Animo y que no decaiga.