Estoy sinceramente hasta las narices de cómo se remueve el líquido de la reunión de la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez con el ministro de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, José Luis Ábalos, para intentar convertirlo en un charco nauseabundo, e intentar que no se hable ni se tramiten los mil problemas ciudadanos y sociales, en una tarea que solo tiene un motivo, quitarte a ti para ponerme yo (en el Gobierno).

No hay muchas esperanzas de que la derecha española, derechona por sus comportamientos en el último año, acepte unos resultados electorales de 2019 que por cinco veces seguidas, una tras otra, la situaron como perdedora precisamente por su extremismo, sobreactuación, exageraciones, y una ‘autorreducción’ que destruyó todos los matices entre sus formaciones para convertir a las tres, PP, Ciudadanos (qué pena y qué engaño) y Vox, en un mismo mensaje tremendista y de hecatombe que repugnó a la mayoría de votantes.

No sé lo qué ocurrió exactamente antes, durante y después del aterrizaje de la mandataria venezolana en Barajas, pero también con sinceridad, no me importa mucho, ni entretenerme en destriparlos, al lado de otras cuestiones que a los españoles nos afectan y preocupan bastante más, como es sin ir más lejos el mantenimiento de un buen servicio público de sanidad.

Tengo la idea de que el ministro valenciano toreó como pudo un marrón, un aprieto en que la vicepresidenta venezolana nos puso, y prefiero no profundizar en cómo lo hizo, las grietas si es que las hubo, para quedarme con la resolución final del aquí paz y después gloria, su despegue de la pista madrileña, para desearle buen viaje, y volvamos a lo que estábamos, que no es poco.

Donde la UE no ha visto ningún problema, y ha preferido prudentemente confiar en uno de sus principales integrantes, el Gobierno de Sánchez, la derechona española, está interesada en crearlo; es un perfecto ‘derechagate’, una deslealtad política de libro porque además las presuntas irregularidades que habrían podido cometerse, de si habló con ella en la sala VIP, en la aeronave, o donde fuera, son minucia al lado del equilibrio delicado que tenemos que hacer como políticamente vinculados a la crisis de Venezuela y su pueblo, y a la vez socios del colectivo europeo.

Pero además José Luis Ábalos, antes como titular de Fomento, ahora Movilidad, Transporte y Agenda Urbana, está siendo un excelente ministro para los intereses de Extremadura. Su antecesor, Íñigo de la Serna (PP) también empezó a serlo pero prácticamente no le dio tiempo pues entre su recordada rueda de prensa sobre el tren extremeño en la hospedería de Garrovillas (febrero 2017) y la moción de censura que derribó al Gobierno del que formaba parte, apenas mediaron dieciséis meses.

Nos interesa a los extremeños el mantenimiento de Ábalos. Es una persona que por su trabajo privado anterior conoce la región, y actúa realmente comprometido con la modernización ferroviaria de la misma. Lo ha demostrado con hechos, publicaciones en el BOE, que según el ex director general de Transportes de la Junta y dirigente de Amigos del Ferrocarril, Ángel Caballero, es lo único que al fin y a la postre cuenta; el ministro está acudiendo con frecuencia por estos pagos, y no olvidemos su poder puesto que es secretario de organización del PSOE.

Menos enredos y embrollos ‘Delcygate’, y lamentar este ‘derechagate’, apoyado por fortísimos grupos nacionales de comunicación, e intencionados nuevos digitales dirigidos por personajes que la propia profesión periodística sería la encargada de denunciar, una deriva política que procede del golpe de mano interno dado por poderes muy reaccionarios internos del PP para descartar a Soraya Sáenz, la preferida por las bases, y coronar al nuevo producto de la factoría FAES, Pablo Casado, de quien el propio Aznar dijo un día: «Si creéis que soy de derechas, esperad a conocer a Casado». Debe ser el único caso de primarias donde por medio de voto delegado e intermediación, el partido acabó haciendo lo contrario que querían sus militantes. Con Soraya se fue la esperanza de centro y vino lo que tenemos.

* Periodista