El PSOE ha pagado el error que cometió al presentar en sus listas en la Comunidad de Madrid, el 25 de mayo, a personajes impresentables debido a la necesidad de mantener sus equilibrios internos. Paga también el error de no haber hecho autocrítica. La regeneración que podría haber movilizado a votantes que ayer flaquearon queda pendiente, y no debería aplazarse por los dignos resultados que finalmente logró Simancas.

Si los partidos de izquierdas consiguieron entonces la mayoría por un solo diputado, esta vez el PP podrá gobernar Madrid con una ventaja apenas superior, después de un largo escrutinio en el que el presidente en funciones Alberto Ruiz Gallardón no supo mantener su papel institucional. Quienes lograron que dos diputados traidores violasen la voluntad popular han logrado su objetivo. No se ha podido aclarar quién estuvo detrás de la maniobra. El PP, beneficiario de ella, tampoco debe considerarse exculpado.

Unos 200.000 madrileños que votaron en mayo al PSOE o al PP se quedaron ayer en casa. El bochornoso espectáculo de estos meses no contribuye a las expectativas electorales de ninguno de los dos partidos en las próximas elecciones generales, sino, únicamente, al descrédito de la política.