TPtarece haberse instalado el derrotismo en nuestra sociedad, esquiva a la suerte y oportunismo del pasado, este país dicen algunos que ha entrado en barrena. Pero lo cierto es que parece haberse propagado un cierto desaliento en nuestra sociedad como si se quisiera anestesiar la capacidad que la misma ha de tener para salir para adelante. La historia e instrahistoria de este país está llena de vicisitudes que han marcado su devenir histórico, y a pesar de todo, aquí estamos y somos muchos los que comprendemos esta grave situación, no igual para todos. Pero que decididamente nos obliga a luchar para salir de esa especie de apatía, que si no fuera por los problemas reales que sufren muchas familias, algunos diríamos que está sirviendo para que especuladores y fortunas oportunistas estén haciendo su agosto.

En el día a día podemos percibir esa especie de desasosiego en muchas gentes, especialmente, cuando desde los medios de comunicación nos alumbran con titulares difíciles de aguantar, todo es negativo, exceptuando, a veces, las previsiones metereológicas. Y así es difícil levantarse e inyectarse de optimismo. Porque aunque la realidad es visible, también es muy importante nuestra capacidad de pensar y generar nuevas ilusiones.

Se dice que somos lo que pensamos, y esto, pues, tiene mucho que ver con tener una actitud positiva o negativa. Y no debiera ser igual en todos, pues no todos sufrimos las mismas circunstancias negativas. Y en este sentido, sería bueno preguntarse en la actual coyuntura qué capacidad tenemos todos de salir a una frente a este especie de derrotismo casi patológico.

Hablamos del país de la picaresca, y que esto ha tenido y tiene mucho que ver con una forma de hacer, que ha traído graves consecuencias. Esta aseveración se refuerza con la realidad de más de dos mil casos de corrupción a todos los niveles, que han sembrado de negatividad cualquier referencia a lo político o a la capacidad que desde la clase política se tiene para solventar la situación en la que estamos. Pero llegados aquí, la mejor estrategia será aquella que demande de todos remar en una misma dirección.

XAHORAx más que nunca habría que trabajar con el concepto de la solidaridad aquella que nos interpela respecto de lo debemos hacer para no excluir a nadie, para que los menos se resientan de unas circunstancias duras, que les lleva a una situación de absoluta invisibilidad. De hecho, hoy observaba como unos chavales hablaban con una señora en la calle tratando de conocer sus circunstancias y cómo ayudarla. Hay gentes que de verdad han reforzado su mirada hacia aquellos otros que parecen haberse quedado atrás en el furgón de cola de un país, que lastra los excesos del pasado, y la patética e ineficacia solución que desde las administraciones se trata de aportar a la realidad actual.

Falta ese liderazgo capaz de anteponerse al derrotismo e insuflar optimismo a tantas y tantas gentes que siguen trabajando, que están dando mucho de sí mismos, a pesar de todo. Por respeto a estas gentes los denominados líderes sociales y políticos debieran procurar el gran consenso de una sociedad, que primero tendría que derrotar al propio derrotismo.

Cansada estamos algunas de escuchar como si la esperanza ya hubiera desaparecido de este país. Quizás convendría hacer un ejercicio de interiorización de uno mismo para calibrar hasta qué punto somos capaces de adaptarnos a la realidad y si de verdad estamos mudando para estos nuevos tiempos. Y cambiar no es lo que están haciendo algunos que es llevarse el dinero de este país, despidiendo para contratar mano de obra más barata, esquivando sus obligaciones, para parapetarse en dinero negro.

Y lo que es más grave, asistir a esa clase política que no ofrece soluciones para todos, sino recortes para muchos, pero sin ejemplarizar el cambio de esta sociedad, que debiera empezar por ellos mismos. No se puede decir que hay que recortar, pero sin tener la capacidad de modificar hábitos y modos operandi de una clase política casi pírrica en propuestas nuevas e innovadoras, y que pasa gran parte del tiempo en solventar problemas internos, que ellos mismos han creado ante la falta de previsión de los acontecimientos económicos.