Las intempestivas declaraciones a la prensa realizadas ayer por el futbolista Samuel Eto´o ante un grupo de niños pueden quedarse en una tormenta pasajera, que tal vez tapará el resultado del próximo partido, o desembocar en una crisis irreparable entre el goleador camerunés y la directiva del Fútbol Club Barcelona. Eto´o, que se negó a jugar unos minutos en el partido del pasado domingo contra el Racing de Santander, no solo no ha pedido disculpas por ello, sino que ha atizado el fuego cargando contra el entrenador, Frank Rijkaard, que fue quien desveló en conferencia de prensa la indisciplina del jugador, y contra la otra estrella del equipo, Ronaldinho.

Ahora es fundamental que el presidente de la entidad, Joan Laporta, dé muestras de liderazgo y ataje una crisis incipiente que llega en plena competición. La salida de tono del delantero camerunés debe tener una respuesta que mantenga el principio de autoridad, pero sin perder la discreción y la prudencia necesarias para conducir la situación sin que queden en el club heridas incurables.

El carácter competitivo en extremo y el difícil proceso de recuperación de Eto´o tras la lesión pueden ser atenuantes, pero no le eximen de la obligación de mantener un comportamiento profesional acorde con su prestigio y sus ingresos. Si el Bar§a quiere prolongar el tan pregonado círculo virtuoso, debe aclarar no solo el comportamiento del camerunés el domingo y ayer, sino también todo lo que las declaraciones del jugador parecen destapar: divisiones internas y favoritismos en el seno de la plantilla.