Periodista

Kazajstán y Suráfrica aceptaron desarmarse ante la comunidad internacional. El país que florecía sobre la tumba del apartheid demostró que no transitaría más por el camino nuclear de los racistas. Las nuevas autoridades de Kazajstán también abrieron la puerta a los inspectores para decapitar urbi et orbe sus soviéticos ingenios nucleares.

Si Bagdad facilita ahora el proceso de liquidación de armas es para evitar que oleadas de bombas inteligentes anuncien el principio del fin. Esta colaboración forzada por las Naciones Unidas no debe transformarse en trampa para la guerra, como pretenden Bush y sus amigos. Si el desarme no consigue la paz en Irak, el rearme frenético será la respuesta de aquellos países que defienden la eficacia del chantaje nuclear.