TAtsomarse todos los días a los medios de comunicación de este país resulta casi un ejercicio de valentía o de osadía. Nada parece estar en su sitio, todo está fundido en negro, como si en este tiempo de crisis que es, sin duda, cíclica, hubiera desaparecido nuestra capacidad de tener esperanza. Y no es así, este país está pasando por un bache, bueno un gran bache, en el que, como casi siempre, están las víctimas propiciatorias, como dice el refrán: la cuerda se rompe por el lado más débil. Porque en esta crisis, que parece la madre de todas las crisis, tal como la pintan, como si se olvidara lo que se ha vivido, y las contiendas del propio continente, siempre se perjudica a los mismos. El otro día leía un informe económico en el que explícitamente se decía que las grandes fortunas cada vez son más ricas, y que los productos de lujo son los más demandados.

Parece claro, pues que esta situación no afecta a todos por igual. Por esto, quizás, sería interesante trabajar en un gran pacto entre todos, dirigentes, empresarios, trabajadores, ciudadanos, etc. Tener la suficiente capacidad para mirar al lado, y no regodearse en las miserias de unos y otros. Y hacer el esfuerzo en la misma dirección.

En este país, hasta hace poco, porque ya no nos reímos tanto, se valoraba a aquellas personas y personajes que evadían impuestos, eran los listos, no declarar a Hacienda formaba parte del ser un tipo o tipa lista; hasta que con esos impuestos que se evadían los servicios públicos se deterioraban. En esta misma dirección, el pelotazo urbanístico ha estado presente no sólo en grandes operaciones de suelo en este país, sino en muchas zonas y poblaciones. Y todo era aceptable porque de ese enriquecimiento se beneficiaban muchos. Esto es, esa era la realidad de la que hemos partido, pero que hoy se ha quedado obsoleta por injusta, y porque ha traído como consecuencias que muchas personas hoy se encuentren en el paro, y con escasas posibilidades de trabajar.

XPEROx a pesar de todo, al otro lado, aquellos que supuestamente nos lideran se han quedado en y tú más, enfrascados en un enfrentamiento que ha obligado a los ciudadanos a desconectar de sus decisiones y de sus debates. Es realmente triste esta situación, verse abocados a vivirla, sin un claro referente u horizonte. Porque parece que cuando se propone decisión alguna, se ha de estar en contra, porque se desconfía totalmente de su capacidad de generar una respuesta positiva.

Los ciudadanos de este país necesitan saber cómo se ha de recorrer este camino de cara al futuro, se es consciente de esta crisis, porque se sufre, pero se está cometiendo el gran error de no saber liderar este proceso, no sólo por esa mediocridad de la clase dirigente, sino, y, sobre todo, por no tener alturas de miras para de forma solidaria remar todos en la misma dirección. Por regla general, cuando un ciudadano escucha, lee o ve las noticias no busca un rédito político, ni siquiera una instrumentalización de la medida política, sino busca que esa decisión que ha tomado su alcalde, su presidenta de gobierno o de comunidad sea la acertada porque será beneficiario de la misma.

Y esta es su máxima preocupación e intención. Pero no, al contrario de ello, cuando se enfrenta a la noticia, escucha el chascarrillo del politiquillo que sólo le preocupa gobernar a fuerza de titular, teniendo eso sí las espaldas cubiertas, porque a ese que le pagamos entre todos los ciudadanos, va a seguir cobrando porque no hay fórmula para dejar de pagar un salario a un político cuando es mal gestor.

Y mientras nos seguiremos preguntando, cuándo este responsable político asumirá la verdadera responsabilidad de gobernar para todos, y no para sus acólitos. ¿Qué lástima de una sociedad que tiene unos dirigentes que les preocupa más salir en el chascarrillo del twiter, que en el boletín oficial del estado, publicando normas que traten de cambiar la realidad para mejorar la vida de sus conciudadanos, pues es este y, no otro, el mayor desafío al que debe enfrentarse la clase política. Gobernar para todos con transparencia y con honradez, no parece difícil, porque en este país son muchos los ciudadanos que trabajan diez y doce horas por un salario mínimo, y contribuyen a que las cosas sigan funcionando. Y estos sí que tienen méritos. Que aprendan.