TEtstamos a dos días de que en el Valle del Jerte florezcan los cerezos y los turistas, entre la perplejidad y la admiración, repitan la sentencia de siempre: Es la gran desconocida. Extremadura, es la gran desconocida , y a continuación y con suficiencia: si este paisaje lo tuvieran los catalanes, sacarían petróleo , trocando la perplejidad y la admiración en sentencia de ineptitud sobre todo bicho viviente que habite esta tierra, incapaz de multiplicar los talentos que el cielo le concedió.

Si algún lustroso y televisivo profesional del turismo y la restauración asoma por aquí el discurso es el mismo: las posibilidades turísticas de Extremadura están por descubrir , borrando de un sopapo nuestra pequeña genética conquistadora e incidiendo en las condiciones sociales de la clase subalterna frente a las capacidades de la exuberante clase dominante.

¿Somos los de aquí tan limitaditos como para ver el Dorado, tan insuficientes como para no darnos cuenta de lo que tenemos entre las manos? Más que tradición y cultura empresarial, lo que de verdad nos falta, según todos estos preclaros visionarios, es vista: no alcanzamos a ver, contando con tantos agujeros, por dónde sacar cabeza para dejar de ser, como decía nuestro antecesor, los indios de la nación.

¿No sabemos enseñarnos o no nos quieren ver ? Si como dicen, el petróleo está por sacar, por qué los ojeadores que vienen son únicamente los de la tórtola y la perdiz?

Me parece que sobre viejos estereotipos se están montando otros por parte de mucho sorprendido descubridor que sin duda rehabilita, --¡ya era hora!--, la deteriorada opinión que sobre Extremadura traía en su cabeza, pero, que, sin embargo, y tal vez por no derrotar por completo sus prejuicios, aún no nos concede licencia de presentación en sociedad, a falta quizás de una mano uniformadora de estándares que establece el mercado y que consideran obligatorios para ser tratados como mayores de edad.

Pudiera acontecer que más de uno viene a orear cierto atávico y pestilente determinismo de clase dominante del que no tenemos maldita necesidad.

Pues para ellos, dosis refranera: más sabe el extremeño en su casa que mochilero que por aquí pasa .

*Licenciado en Filología