La defensa de Ricardo Costa hecha por su hermano Juan, humanamente comprensible, resulta políticamente alarmante porque abunda en el clima de caos y descontrol que se ha adueñado del Partido Popular. La falta de dirección del primer partido de la oposición salta a la vista, aunque Mariano Rajoy confiese estar cansado de emular la paciencia del santo Job y anuncie que mañana tomará medidas. Y salta a la vista porque a estas alturas es impensable que pueda reeducar a los pesos pesados del PP, acostumbrados a campar por sus respetos y a practicar la guerra de guerrillas.

la urgencia expresada el pasado jueves en Barcelona por José María Aznar de que el partido tenga un liderazgo sólido pretendió contrarrestar este ambiente enrarecido y de crisis crónica, pero en la práctica hizo un flaco favor a Rajoy toda vez que, al reclamar un líder que controle los resortes del PP, dijo sin decirlo que quien debiera cumplir esta función no lo hace. Con lo cual, no es exagerado añadir que agravó la crisis de dirección, mientras en las filas populares arraigó aún más la nostalgia y el recuerdo de tiempos pasados, cuando el mando de las operaciones correspondía a Aznar.

Dicho de otra forma: cada día suman más los militantes y votantes del PP que se preguntan si Rajoy es capaz de imponer su criterio a Esperanza Aguirre, a Francisco Camps, a Alberto Ruiz-Gallardón y a otros tantos entregados a la regañina interna permanente. Las dudas que les intranquilizan están más justificadas a cada hora que pasa. Para comprender su inquietud basta recordar que Camps parecía dispuesto a incorporar a Costa al Gobierno valenciano, que Aguirre exige un castigo para Manuel Cobo, su crítico más desabrido, antes de hablar de otras cosas --la presidencia de Caja Madrid-- y que la sombra de la corrupción asoma una vez más con la imputación de Gabriel Cañellas, expresidente balear.

De forma que la imagen de Rajoy ratificando que será el candidato del PP a la presidencia del Gobierno en el 2012 no está exenta de patetismo. Como no lo está la de la secretaria general, María Dolores de Cospedal, que defiende el liderazgo indiscutible de Rajoy a la vez que intenta taponar las vías de agua que se abren a cada paso. Todo lo cual transmite a la opinión pública la impresión de que, cuando más necesario es que los partidos actúen de forma rápida y diligente, en peor situación se encuentra el PP para responder a esta exigencia y configurar una verdadera alternativa política.