Apagado el alborozo o alboroto con que unos festejaron y otros lamentaron el cambio de gobierno, me sigue sorprendiendo que los socialistas se felicitaran por el éxito de la remodelación, no en función de las capacidades demostradas por los nuevos ministros para resolver los problemas de España sino por la cara que se les había quedado a los populares. Sin pudor ni rubor los jefazos del PSOE han insistido, de la B de Blanco y Bono a la Z de ZP , en que su acierto es haber fastidiado a la oposición. ¿Fijaron su objetivo en la recuperación de la maltrecha economía, el castigado prestigio exterior, el optimismo de la buena gente que cierra locales, declara quiebras y llora por las esquinas? ¿O solo buscaban meter el dedo en el ojo a la repelente niña Soraya , el aguafiestas Montoro , la millonetis Cospedal y el agorero Rajoy ? Rubalcaba demonizó luego el machista ADN popular y Chacón les acusó hasta de desear la muerte a los marineros del Alacrana. ¿Estrategia febril por dar un vuelco a las encuestas? Es sano atacar democráticamente al contrario y demolerlo con la fuerza de la palabra, pero ahora la prioridad es un Gobierno eficaz, coherente, fuerte, coordinado, más activo, menos largón y seguro de lo que defiende. Día a día asistimos atónitos a una cadena de rectificaciones que inquieta y mucho. Bien está que los partidos admitan todas las sensibilidades pero la sensación de desunión y desorden anímico, de ´donde él dijo digo, yo digo diego´, es sospechosa. No se sabe si los ministros tienen distintos criterios o es que el criterio brilla por su ausencia: Valeriano promete y Salgado le rectifica, tránsfugas de Benidorm se ríen de Chaves, Eguiguren declara y Rubalcaba corrige, Gómez se venga, reconoce soberanías Jáuregui y Jiménez balbucea lo contrario, Bono discrepa, González duda. Y mientras ZP manda callar, la socialista Fátima Aburto expresa el sentir de los suyos y contradice el silencio culpable del Gobierno que con prudencia de avestruz espera confirmación de la pasión y muerte saharaui.