TMti hijo no piensa votar en las próximas elecciones. -Mamá, los unos son unos ignorantes y los otros unos ladrones. Renuncio a explicarle que hay vida aparte de gobierno: --ni se olieron la crisis-- y oposición: --Gürtel , Matas --, a malgastar energía en abogar por algo en lo que ya no sé si creo. Una buena amiga añade: -Lo malo es que cuando se vayan los que mandan ahora se descubrirá que eran iguales. Mientras los políticos no se convenzan de que el dinero que manejan es nuestro y no suyo y que nosotros los elegimos para que lo administren. Que no son mandamases sino servidores- El descrédito de la clase política es imparable, la desconfianza se extiende y sospechamos de todos aun a riesgo de ser injustos. Porque se ha demostrado que negaron lo evidente por motivos electorales y que están estancados o porque parece claro que desde el poder es fácil enriquecerse y más fácil eludir a la Justicia. Porque provoca vértigo pensar que Matas, el de la presunción de inocencia, el que defraudó escudándose en su anciana madre --un detalle pues a su edad nadie va a la cárcel--, el que ganó las elecciones, si hubiera podido gobernar cuando emigró a las Américas ahora no habría tenido que eludir la prisión con dinero sino que estaría mandando. Por eso tenemos derecho a sospechar del modo en que Camps and company se aferran al poder. Ese es el hermoso servicio que todos esos inútiles o presuntos han prestado a la democracia. Y así, tras el paro y la economía, la mayor preocupación de los españoles son ellos. Mi amigo Juan Rosco decía que la labor política era la más noble que se podía desempeñar y lo decía de corazón. Porque él es de la casta de los servidores del pueblo, trabajadores y capaces. Hay políticos honrados y eficaces, seguro. Muchos lo han demostrado con grandeza en el arduo camino desde la Transición, pero ¡qué peste todo este tirrioso espectáculo de inoperancia y corrupción que no cesa! Al final ellos pagarán pero ¿quién reparará el descrédito de las instituciones? ¿Quién nos resarcirá del desencanto?