Andan los socialistas intentando justificar lo injustificable desde hace semanas. Se desgañitan para tratar de purificar los infectos pactos subrepticios a los que están llegando con las fuerzas separatistas. Pero no hay demasiada gente dispuesta a engullir el engrudo venenoso que están cocinando con lo peorcito de la política española. Porque un gobierno que se yergue sobre pilares apuntalados por los dinamiteros del Estado difícilmente podrá dirigirse a otro destino que no sea el del abismo. Y, como los dirigentes del PSOE saben que, tarde o temprano, la ciudadanía acabará soliviantándose, pululan por las cadenas de televisión sacudiéndonos con un hisopo pringado en miel y vaselina, mientras proclaman eso de que si se encaman con los que pretenden romper la nación y quebrar los cimientos de nuestro Estado de Derecho es porque no existían más alternativas de gobierno. O sea: que pretenden hacernos creer que no había margen para asociarse con los partidos moderados y constitucionalistas, en lugar de con los populistas, secesionistas y nacionalistas.

Queda claro, por tanto, que el apaño estaba mascado desde hace tiempo. Pero tampoco están de más las iniciativas que empujan a los actores de la vida política a posicionarse. Y, en este sentido, ha resultado absolutamente reveladora la llamada de Arrimadas a los barones socialistas para que no fuesen conniventes con los ignominiosos acuerdos de Sánchez con los separatistas. Algunos de los barones le han cogido el teléfono para darle largas de manera cordial. Pero otros no se han dignado ni a eso. Como Fernández Vara, ese socialista que dijo que abandonaría el PSOE si su partido se apoyaba en los separatistas para gobernar, uno de los ‘susanistas’ que conspiró para destituir a Sánchez, el mismo barón que ahora se enorgullece de ser fiel escudero del propio Sánchez, que ha acusado a Arrimadas y a Cs de hacer mal teatro. Hay quienes se preguntan, a propósito de esta salida de tono, si el presidente extremeño lo ha hecho porque lo sitúan entre los ministrables y quiere hacer méritos, o porque, definitivamente, ha perdido la decencia y el decoro. Y lo cierto es que, en cualquier caso, ha quedado retratado como un oportunista sin principios. O lo que es lo mismo: como un digno dirigente de un partido que tiene en el poder su única razón de ser. H*Diplomado en Magisterio.