Extremadura entra hoy en la Fase 2. Por un lado, es un aliento de ánimo, un paso más hacia la nueva normalidad. Pero, por otro, significa adentrarse en un camino no exento de riesgos. Cabe extremar la prudencia y la responsabilidad colectiva e individual. Los datos son positivos y dan pie al optimismo. Al menos, a una tregua de verano. El Gobierno alimentó ayer ese optimismo al mostrarse abierto a acelerar la desescalada, reduciendo los 14 días previstos para cada fase, siempre que las circunstancias lo permitan.

Pedro Sánchez llegó incluso a apuntar que en los próximos días algunas comunidades saldrán del estado de alarma. Un estado de alarma, hay que recordar, cuya última prórroga finaliza el 7 de junio y que, si el Gobierno desea prolongar más allá de esa fecha, deberá buscar nuevamente acuerdos parlamentarios.

La desescalada avanza. Hay ganas de reencuentro social y necesidad de reactivación económica, pero no se descartan retrocesos. La amenaza de un rebrote de covid-19 no es ilusoria, y el sistema sanitario está exhausto. La detección y cuarentena de las personas que han estado en contacto con los infectados es clave para frenar la expansión. La dificultad para controlar esta pandemia ha sido la gran cantidad de asintomáticos que, de forma inconsciente, han contagiado el virus a otros ciudadanos. Mantener la distancia social y el uso de la mascarilla es vital. Literalmente.

La covid ha traído dolor y tristeza. También ha golpeado duramente la economía y ha teñido de nubarrones el futuro. La mayoría de ciudadanos ha respondido de un modo ejemplar y el personal sanitario ha sacado fuerzas de flaqueza para salvar vidas.

Pero la clase política no siempre ha estado a la altura. La tentación de hacer partidismo de la desgracia ha existido. El ejemplo de Madrid y la politización extrema del pase a la fase 1 es la vía a evitar.

Seguimos inmersos en días difíciles. Tiempo habrá para revisar los aciertos y los fallos en la gestión de la pandemia, pero ahora no es el momento de la cortedad de miras.

El Gobierno de Sánchez debe encontrar el modo de buscar complicidades y sumar alianzas, evitar disputas estériles y pasos en falso. La serenidad es obligada. Vienen días en los que cabe invocar un clima de confianza para alcanzar el máximo consenso en el diseño de los próximos pasos. Hay demasiado en juego.