En su libro La desfachatez intelectual, Ignacio Sánchez-Cuenca critica la frivolidad con la que algunos escritores como Javier Marías o Javier Cercas utilizan la fama obtenida por sus novelas para pontificar sobre política.

Pero hay en España una desfachatez peor que es, valga la redundancia, la desfachatez del facha. Como la de Salvador Sostres, terrorista del periodismo (despedido de El Mundo), al que el diario conservador de referencia, el ABC, permitió una tribuna donde coincidiendo con el aniversario de la muerte de Franco y emocionado por tal circunstancia, se indignaba contra quienes comparan a Hitler con Franco y afirma que frente a la guerra provocada y los millones de vidas segados por el Führer, el caudillo «nos dejó en herencia las condiciones atadas y bien atadas para el advenimiento de la democracia, que fue su gran obra póstuma». La democracia republicana, imperfecta como en cualquier país con escasa tradición de la misma, fue destruida por el alzamiento de Franco, pero ello no obsta para que él dé la vuelta a la tortilla.

Asimismo, retomando aquella frase de un preboste de la Fundación Franco de que «se fusiló poco, y se fusiló flojito», afirmaba que Franco mandó fusilar solo a 23.000 españoles. Las cifras de la represión en los dos bandos de la guerra civil española han sido objeto de controversia durante muchos años pero las últimas investigaciones apuntan a 143.353 republicanos asesinados por los franquistas y 38.563 derechistas por los republicanos.

Con columnas como éstas, el ABC recupera su peor tradición, la del periódico de la guerra civil desde donde se incitaba al asesinato y se celebraban las quemas de libros. En la prensa anglosajona seria (cada vez más escasa) se somete a los columnistas a la «verificación de hechos».

En la prensa conservadora española se permite la mentira descarada mientras reafirme los prejuicios de sus lectores, confortada su conciencia en las mentiras que leían durante la dictadura, y que siguen leyendo. Hitler, como mostró Götz Aly en La utopía nazi. Cómo Hitler compró a los alemanes, antes de que la guerra se torciera, fue mucho mejor que Franco con su propio pueblo del que, eso sí, excluía a los judíos. En ningún país europeo fuera de la URSS, un régimen asesinó a tal número de sus ciudadanos y por eso es justo el título del libro de Paul Preston sobre la represión franquista: El Holocausto español.

Escuché hace poco a un vecino adolescente entonar el Cara al sol. Es triste comprobar cómo aún hoy se permite la desfachatez de ensalzar como héroes a los criminales de guerra.