La carretera, ha vuelto a dar otro terrible bocado de hierro, a las vidas de seis personas, Narciso, Margarita, Mariano, Francisca y Manuel. Josefina, físicamente sigue con nosotros, y sé que seguirá estando, porque se recuperará, y volverá a estar con sus hijos y con los hijos de los demás, porque en ella, verán a sus seres más amados, ¡Dios, déjala con nosotros! Qué puedo decir a los hijos de estos compañeros y amigos y esposas, nada, solamente abrazaros, y volver a abrazaros en silencio, ha sido una marcha sin despedida, sin planificar, de improviso, la vida son momentos, momentos que tuvieron para pensar en los suyos, momentos en que sus corazones os amaron, momentos en que os abrazaron con alegría, con dolor, en la fugaz despedida. Vuestros corazones quedan paralizados por la angustia y el dolor de no poder comprender esta pérdida,

En nosotros causa tanta erosión su pérdida, como el hierro frente al fuego y trabajado en el yunque del herrero, golpeado por martillos sonámbulos, en ese dolor sereno, a la búsqueda de un despertar que ya se ha hecho imposible.

La tarde, desapacible, de vuestra despedida, por donde corrían las lágrimas, apoyada por ese ciclo del agua, tarde cargada de misterio, que siembra la nostalgia por la alegría perdida, consecuencia de la herida, donde la vida diminuta y frágil, se ha ido.

Quiero terminar sin estridencias, sin exclamaciones, como una nota suave que se extingue con el rumor de las hojas de los olivos extremeños, por donde se desliza un viento cargado de tristeza, tristeza vaga, apenas perceptible, es quizás la única huella que dejan quienes ya se han marchado para siempre.

*José M. Gil Luengo (Badajoz)