Así se titulaba una antología de poesía algo chapucera que salió hace unos años (mucho mejor la reciente Limados, realizada por Óscar de la Torre) y así se quedarán muchos pueblos extremeños y gran parte del territorio nacional, si no cambian mucho las cosas.

El reciente congreso sobre despoblamiento en las zonas rurales que ha tenido lugar en Montánchez ha dado una voz de alarma que repiten todos los estudios prospectivos que dibujan un país con una situación mucho más grave que el análisis del gran ensayo La España vacía, de Sergio del Molino, que presenta dos Españas, la urbana y periférica y la «interior y despoblada», que abarcaría las dos Castillas, Aragón y Extremadura, con más de la mitad de la superficie del territorio nacional, pero solo el 16 % de su población, poco más que los habitantes de la Comunidad de Madrid.

Si el mayor problema mundial va camino de ser la sobrepoblación, con el crecimiento desbocado en el sudeste asiático y el África subsahariana, en esta zona del oeste europeo el problema es el contrario. Localidades llenas de historia se quedan vacías. Montánchez tiene ahora menos de la mitad de la población de hace medio siglo. Brozas y Alcántara tienen un tercio de los habitantes de entonces. Alía, un quinto. Amigos que trabajan en centros educativos dan fe, desde Alconchel a Ceclavín, de la caída en picado de los alumnos, en unos centros recientes y bien equipados. No vale contemplar con resignación y lamentarse de lo que va camino de convertirse en un suicidio demográfico, con los jóvenes emigrando a otras regiones y cada vez menos nacimientos.

En otros sitios se andan con menos contemplaciones y el gobierno francés no tuvo empacho en repoblar el departamento de La Creuse (un poco el Teruel francés) con oriundos de su colonia de La Réunion.

Pero seguramente el camino sea otro, y comience en una verdadera política de apoyo a la natalidad. El cheque-bebé de Rodríguez Zapatero fue un paso erróneo en la dirección adecuada, que debería ser la de blindar los puestos de trabajo para las mujeres embarazadas, garantizar unos ingresos suficientes durante los primeros años de crianza y el acceso a guarderías en cualquier horario. ¿Que no hay dinero? En países no precisamente más ricos, como Polonia o la República Checa, la baja maternal puede durar entre dos y cuatro años. Mientras, en Cáceres se gastarán decenas de millones de euros en ensanchar el parque del Príncipe o en peatonalizar Gómez Becerra, por donde pasearán cada vez más ancianos, con cada vez menos nietos.