Somos una pareja joven que hace tres meses perdió a su primer hijo. Aún no nos explicamos cómo toda nuestra ilusión se vio truncada un oscuro 11 de julio en Cáceres, entre la sanidad privada y el sistema público. El estado de gestación de nuestro hijo era ya de 4 meses y hasta ese momento todo había ido bien. La historia fue como sigue: Una mañana asistimos a la consulta con la matrona del sistema público de salud y ella nos dijo que no encontraba el latido del feto, cosa que --según ella- podía darse y de hecho se da en diferentes circunstancias. La matrona nos manda para casa sin más, emplazándonos para que a la mañana siguiente volviéramos, a ver qué sucedía... Como se pueden imaginar, nosotros no podíamos quedarnos de brazos cruzados, ya que con toda la incertidumbre nos mandaron para casa, sin ninguna prueba que nos pudiera tranquilizar. Inmediatamente llamamos al ginecólogo que nos correspondía en la compañía privada --Asisa-- a la que pertenecemos. Este ginecólogo también nos veía en lo público. Pues bien, muy apurados decidimos llamar a su consulta privada para ver si nos podía ver de urgencia esa misma tarde, pero nuestra llamada fue en vano... En horario de consulta y explicándoles nuestro desasosiego, quien recibió nuestra llamada de urgencia nos dijo que era imposible atendernos y que bajo ningún concepto nos iban a ver, a pesar de rogar y explicar nuestra situación angustiante. La noche la pasamos como pudimos y a la mañana siguiente, bien temprano, volvimos a la matrona. El feto seguía sin latido perceptible, pero ella nos mandó a Urgencias del hospital San Pedro de Alcántara para que allí hicieran las pruebas necesarias y ver si realmente nuestro hijo seguía vivo. Habían pasado muchas horas y empezamos a barruntar lo peor. Nuestro primer hijo estaba muerto y no se podía hacer nada. Fueron 24 horas intentando dar a luz a un feto muerto, un auténtico parto con dolor físico y moral, aguantando la falta de tacto e indiferencia del personal sanitario que nos rodeaba, aunque siempre hay buenos profesionales que son el reverso de los que esperan sólo la nómina a fin de mes. Nuestro único consuelo en todo momento fueron nuestra familia y amigos, que no nos dejaron un instante. Todavía hoy nos preguntamos qué hubiera pasado si hubieran atendido a nuestra llamada de auxilio en la compañía privada. Aunque nuestro hijo hubiera estado muerto desde el principio, seguramente estas líneas nunca hubieran visto la luz. Con ellas, queremos que nadie más vuelva a vivir nuestra situación. La sanidad pública y privada da claras muestras de deshumanización, de falta de calidez y calidad humana en el trato con personas que tenemos dignidad, necesidad de ser escuchadas y atendidas a cualquier hora. Que los profesionales del ámbito sanitario --público o privado-- reflexionen sobre estas líneas que les envía una pareja joven que aún no se explica lo sucedido, porque a cualquiera de ellos les podría haber pasado. Por favor, ¡que no vuelva a suceder!

Valentín Solano Cáceres **

Cáceres