Me consta que los maestros de la región elaboraron y entregaron sus planes de contingencia para el próximo curso antes de tomar sus vacaciones de verano. Y que los equipos directivos de los centros escolares han puesto todo su empeño en adecuar instalaciones y programaciones educativas para el regreso al cole. Es público y notorio que, tanto unos como otros, han trazado distintos planes en previsión de hasta tres escenarios diferentes. Pero, por muy trabajadores y responsables que hayan sido, maestros y equipos directivos disponen de competencias y medios limitados, y por mucho que quieran planificar, organizar y ordenar el regreso a las aulas, si esas medidas no van acompañadas de un apoyo decidido de las administraciones públicas para abordar la realidad a que se enfrentarán, su ingente trabajo difícilmente servirá para nada. Apuntando esto quiero remarcar una idea: que los docentes y equipos directivos han hecho el trabajo que debían y podían hacer, sensatamente y con anticipación. Sin embargo, a los gobiernos autonómico y nacional no se les ha visto tan aplicados en la tarea. Han tenido al menos dos meses para programar la vuelta a las aulas, para intervenir en los centros y adaptarlos a las necesidades actuales, para ampliar las plantillas de manera sustancial y facilitar medios suficientes para enfrentar el desafío que se avecina en septiembre. Pero ya estamos a finales de agosto, y todo parece estar aún por hacer. Ha habido anuncios de adquisiciones de material y promesas de contrataciones. Pero han sido solo eso, anuncios, que se han difundido, además, para aplacar la indignación que ya manifestaban familias y docentes. Como guinda a este pastel de imposible digestión, las autoridades vienen a justificar su inacción diciendo que se celebrará una reunión entre los consejeros del ramo y la Ministra de Educación la próxima semana. Es evidente que esa reunión llega muy tarde, y que debería haberse producido de manera periódica, semanalmente, desde hace al menos dos meses, para que, a partir de septiembre, la educación presencial pudiera desarrollarse con garantías. Pero los que deciden no han renunciado a sus vacaciones ni con un país al borde del colapso. Cuando se reúnan, ya no habrá tiempo para detener la cuenta atrás. Si nadie lo remedia, la bomba viral explosionará en las aulas y se expandirá por todos los rincones de nuestra geografía. Pero los que nos gobiernan asistirán al dantesco espectáculo bien bronceaditos.