Ante la magnitud de catástrofe ocurrida en Birmania por la devastación del ciclón Nargis, cuya cifra llega a alcanzar decenas de miles de muertos, los cimientos del alma se conmueven y las ayudas humanitarias se multiplican movidas por los espíritus solidarios en su primera iniciativa. Así debe ser y así debemos comportarnos cuando es azotada una parte de la Humanidad. Cuando se resuelva el problema de los visados, la paralización de las ayudas quedará solventada y la ONU valorará sobre el terreno la situación para mejor distribución de alimentos y medicinas. Después, tras el impacto de la tragedia --como siempre ocurre- poco a poco se irá alejando la solidaridad. Pero hay más: las autoridades no avisaron correctamente de lo que se avecinaba.

Como dije, los cimientos del alma se conmueven. Pero antes, se han tambaleado los cimientos de los pobres; de sus casas hechas de tablas, uralitas y cartones. Y en esto no ponen remedio los poderosos de la Tierra. Por eso, siempre les toca a los desheredados. Ninguna de nuestras casas, construidas con cemento y ladrillo, se hubiera caído por el empuje del ciclón.

Pasado un tiempo, todo quedará en aras del olvido. Habiendo como hay tantas necesidades de primer grado que resolver. Y volveremos a la guerra del crucifijo. Los intolerantes seguirán con el empeño de quitarlos de los colegios, de los salones de actos y de las funciones de juramentos; volveremos a la guerra del pañuelo islámico; y a lo que es peor a los temas carentes de interés como el de Massiel, que después de 40 años entra en debate de si hubo o no hubo tongo en el Festival de Eurovisión de 1968, con su famosa canción La, la, la .

Mientras, cada cual arrimando el ascua a su sardina, nadie pondrá sus ojos ni remedio a las frágiles casas de papel de los marginados, a proporcionarles una vivienda digna, un trabajo y una seguridad que les pertenecen por derecho humano. Sólo queda rezar para que la naturaleza no vuelva a desatar su furia trastornada por el cambio climático que tan gravemente hemos ocasionado.

José Gordón Márquez **

Azuaga