Acostumbrada a los grandes fastos propios de un país con una monarquía de varios siglos y un pasado imperial, la sociedad británica vivió ayer con división de opiniones el formidable funeral de Margaret Thatcher . La polémica que rodeó la ceremonia fue, de alguna manera, una prolongación de las pasiones y odios que despertó en vida la Dama de Hierro.

En cualquier caso, solo los muy entusiastas de la que fue primera ministra tory podrán considerar no desmesurada la despedida fúnebre. El paseo del féretro por el centro de Londres y la pomposa ceremonia dispensada en la emblemática catedral de Saint Paul fueron más propios del jefe de Estado que no fue Thatcher que de una dirigente que, aunque ganó tres elecciones consecutivas, abrió una brecha en la sociedad, corpus colectivo en el que aseguraba no creer. El féretro con los restos de la exprimera ministra británica llegaron ayer al crematorio de Mortlake, al suroeste de Londres, tras el funeral. Después de la ceremonia religiosa, el ataúd con el cuerpo de la Dama de Hierro, fallecida el pasado día 8 a los 87 años, fue llevado en coche fúnebre al Hospital Real de Chelsea para ser trasladado después al crematorio, a cuyas puertas esperaban varias decenas de personas que aplaudieron su entrada en el edificio.

La llegada al crematorio dio por finalizados los actos que se oficiaron en Londres para rendir tributo a la jefa del Gobierno británico desde 1979 a 1990, que se iniciaron esta mañana con una procesión desde la iglesia de Saint Clement, en la avenida del Strand, hasta la catedral de San Pablo. A lo largo del recorrido se ubicaron miles de personas que aplaudieron en su mayor parte al paso del cortejo, mientras que algunos críticos con el legado político de Thatcher lanzaron abucheos. En el servicio religioso, el obispo de Londres, Richard Chartres , pidió dejar de lado la controversia que ha rodeado la vida política de la exmandataria para concentrarse en la persona, "sujeta al destino común del ser humano".

Pero lo cierto es que el coste de la ceremonia --casi 12 millones de euros-- es, en este sentido, solo lo más llamativo de la polémica que ha rodeado el entierro. La añoranza de tiempos pasados y la memoria selectiva son dos actitudes que juegan a favor de todo personaje público, y Thatcher, además, ha visto agrandada su figura por contraste con el perfil mucho más plano que, a izquierda y derecha, tienen hoy los dirigentes políticos europeos. Su intransigencia y obstinación pueden parecer hoy determinación y tenacidad. Gran Bretaña es en el 2013, tras los largos mandatos de Thatcher y Tony Blair , una sociedad más desigual que en 1979. Y menos proclive a Europa. Costará revertir esta herencia.