TYt dicen que no duelen, y dicen que el tiempo borra hasta las cicatrices en la piel, y dicen, dicen... dicen por los andenes "te echaré de menos nunca me olvides". Ha sido llegar diciembre y ponerme a contar trenes cargados de corazones partidos. La Navidad tiene un regusto a infancia color azul lejanía, a reencuentro inesperado en las calles abarrotadas de paseantes solitarios.

La Navidad está sobrevalorada de afectos artificiosos, por eso es que le impido el paso hasta el día 24, cuando es irremediable sentirla en el costado, azuzando vértigos en la plataforma del pecho, esa delicada campiña que al llegar diciembre se alborota de amapolas provocando primaveras anticipadas de lágrimas y suspiros. Me he puesto a contar trenes en los andenes de diciembre y pierdo la cuenta de la gente que me ha empujado entre maletas, abrazos y prisas de chocolate en la mirada. Sí, la Navidad inyecta en la cuenca de los ojos una pátina de ardor y trazos color escarlata, que se concretan en oleadas fragosas de desconsuelos, en manantial procedente de las montañas agrestes del alma... O sea, esas lágrimas que sólo se esparcen de madrugada, cuando el silencio se apodera de la casa y todo alrededor es rumor de camelias, las flores mudas que enmudecen mi territorio.

Las despedidas se parecen a ese campo de camelias. Y las Navidades, a esas regiones remotas, inmensas, sembradas de lavanda, en la que todo amor es posible, si viene acompañado de paquetes espumosos y besos afrutados. Esta semana, un amigo de los buenos, de los que se quedan a pesar de las distancias, ha vuelto a sus lejanos orígenes, transita a estas horas el Océano color azul lejanía y yo le echaré de menos, hasta que decida volver algún año de una Navidad lejana.

XDICENx que las despedidas no duelen, será cuando el que se va, es uno que va de paso, pero sí duelen, y mucho, cuando el que parte te ha regalado su tiempo, su conocimiento, sus vivencias, sus desamores y sus verdades más intimas. Las despedidas duelen, y mucho, cuando el que marcha, te llenó tardes enteras de olor a piruleta de fresa, a castañas asadas y leche tibia de las torrenciales ubres de Vargas Llosa .

Las despedidas duelen aún más si es Navidad, cuando los andenes reciben pletóricos en sus brazos, los cantarines besos de los hijos pródigos, cuando en las estaciones mugrosas de los pueblos, se esparce una algarabía de maletas húmedas por la emoción del encuentro. Y entonces... va un amigo de los que cuentas entre los dedos de una mano, y te planta en la cara el beso del adiós para siempre adiós. Esos besos llenos de incertidumbre que nunca sabes como dar, si alegre o desencajada por la pena. Un beso de los que arrojas al aire, en forma de amago, lance, pirueta... o por el contrario, un beso con vocación de tatuaje.

Las despedidas están llenas de frases entrecortadas y balbuceos, por eso es mejor no vivirlas, al menos en Navidad, cuando el arsenal de querencias se dispara y reverbera entre los villancicos. Entonces, las despedidas adquieren la tintura de la tristura.

No es que las despedidas alcancen anilina de tragedia, pero parecido. Algo se fractura en la jungla de nuestros anhelos y nunca más se rehace.

Será que es Navidad y se me ha puesto cara de pingüino. Será que diciembre abre de par en par mi entredós, donde guardo los recuerdos intocables, será que ha llegado el momento de la despedida.

Y luego dicen que no duele, que con esto de Internet estamos a tiro de piedra, ahí mismo detrás de la pantalla del ordenador, que podemos hablar todos los días como si retomáramos las parrafadas de leche tibia en el "Quitapenas" de la esquina.

Pues yo digo que no me vale, que cuando un amigo se va de tu lado, ya no se repiten los paseos despreocupados por el atardecer cobrizo de los tejados, ni las esperas interminables junto al Paseo de Rosales, ni las risas mientras esquivábamos a las niñas de "la casa verde" . Nada de esto vuelve, salvo a la noria de nuestra memoria. Te vas, escribirás o llamarás, ¿quién sabe? Lo cierto es que nos hemos despedido, justo ahora, cuando todo el mundo vuelve a casa por Navidad. Duelan o no duelan las despedidas, esta Navidad tendrá en tu honor, el color azul lejanía.