Te escribo a ti, Miguel Hernández, porque sé que, aunque muerto, atenderás a lo que pasa en mi tierra, más que otros que se pasan de vivos. Me duele querer decir adiós a una España compartida, pero ya está, hasta aquí. Tu España de lucha y trabajo por un futuro de modernidad y apertura sucumbe ante una España conformista y pesetera, donde no está mal visto partirse el espinazo tres meses en régimen de esclavitud en otro país y estar luego malviviendo con la ayuda social. Donde no se quita el poder al corrupto, donde la Justicia lleva ritmos diferentes según de quién y de qué se trate. No se nos entiende, Miguel. Creen que es por soberbia, pero es que ya hace tiempo que en Cataluña hay gente que no puede encender ni una estufa en invierno y no se nos deja ayudarles porque los políticos en el poder tienen su jubilación pagada en compañías eléctricas y del gas. Demasiado tiempo con escolares en barracones y padres pagando alquileres imposibles. No queremos abandonar a los españoles, queremos construir algo nuevo, como tú querías: «Desperté de ser niño, nunca despiertes».