Como ocurre cada vez que la economía camina cuesta abajo y caen los beneficios empresariales, renace en las filas de las organizaciones patronales la idea de que abaratar los despidos e incentivar los contratos temporales termina por generar empleo. Gerardo Díaz Ferrán, presidente de la CEOE, ha vuelto por esa senda al señalar que el abaratamiento del despido, la no intervención del Estado en los expedientes de regulación de empleo, y las rebajas de las subidas salariales pactadas son fórmulas que permitirán crear más puestos de trabajo. Los sindicatos y la izquierda política responden que eso sería hacer pagar a los trabajadores los costes de una crisis que ellos no han causado. Y tienen razón, en el sentido de que una cosa es flexibilizar el mercado laboral --siempre con el acuerdo entre empresarios y sindicatos--, y otra meter el bisturí para que la salida de las dificultades por las que atraviesan las empresas esté en el despido barato de trabajadores que serán sustituidos por otros que van a sufrir una mayor precariedad laboral.

Otra cosa es que, ante la evidencia de que en España el paro sube en los últimos meses a ritmo mucho más acelerado que en los países del entorno, se hagan reflexiones alternativas (como la del gobernador del Banco de España, Miguel Angel Fernández Ordóñez) y se planteen fórmulas sobre cómo gestionar la crisis en el terreno laboral. El dogmatismo no debe guiar las relaciones laborales, pero es inadmisible hoy una política que aumente la precariedad y conduzca a una sociedad de proletarios.