XPxor deformación profesional, mi mosca cojonera me recuerda las interrogantes previas a toda información que va destinada al público en general; eso tan antiguo del qué , quién , por qué , cómo , cuándo , dónde , para qué ... Ni el nuevo periodismo americano de los años sesenta --de dulce recuerdo-- ni las circunstancias empresariales y sociológicas actuales abocadas al feroz consumismo, me hacen olvidar aquellas premisas antes de enfocar una información, es decir, la transmisión de unos hechos a los que se puede acompañar (aderezar, añadir, complementar) opiniones diferentes de interpretación. Es aplicable a todo acto de comunicación, sea familiar, empresarial, de grupo, de barrio o de asociados en una comunidad vecinal.

Por ello, me desazona la pérdida del tiempo en bizantinismos absurdos e inoperantes. Por ejemplo: En los ayuntamientos se discute la problemática de los ciudadanos que viven en unos espacios urbanos concretos. Bien es verdad que el grado de desarrollo, o de servicios, o de bienestar, sobrepasa al municipio y que se corresponde y relaciona con el ámbito provincial, regional, nacional y europeo (e incluso estadounidense, líder del imperio moderno). Pero el grado de presión (posibilidad) para modificar el status general es reducido, por lo que parece normal convenir que el municipio tiene establecidas unas competencias delimitadas a la vida de los habitantes de su circunscripción geográfica en su urbe.

Y llega el pleno municipal y, ¡oh!, sorpresa, nosotros (me incluyo), los ediles elegidos por el pueblo, nos dedicamos a discutir sobre el sexo de los ángeles. Intento reproducir el escenario de plenos de un ayuntamiento, en este caso el pacense, puesto que de una representación se trata. De un lado, los ediles del PP. Del otro, los del PSOE e IU (oposición). Más o menos así, o a la inversa, la escenografía podría servir para el cuento en otras localidades. ¿Suciedad en las calles, problemas en la seguridad ciudadana, tráfico conflictivo, asistencia a mayores, carencia de viviendas asequibles, alquileres imposibles, impuestos municipales...? Estos temas no son la estrella de los debates. ¡Quiá! Lo que pretendemos es cambiar el mundo. ¡Faltaría más! Y consideramos que el salón municipal es una buena caja de resonancia al igual que en los mítines y actos sobre las elecciones europeas, a algunos se les ha olvidado hablar de Europa con tal de desgastar al enemigo y hacerse la propaganda.

El problema estriba en el recordatorio periodístico del comienzo. Hemos descrito el escenario, y los actores principales. Pero el destinatario, el público, lo que se dice público, no hay. Están los esforzados y sacrificados (e incluso explotados) intermediarios, es decir, los periodistas. Por lo tanto, cuando un concejal lanza una soflama, más o menos demagógica, sobre la necesidad de impedir que entren alimentos transgénicos a nuestros supermercados, o sobre la aplicación o derogación (erre que erre) de la Ley de Educación, o sobre la fiabilidad en el uso del preservativo (que todo se andará), uno tiene la sensación de que se ha equivocado de parlamento y que, en justa apreciación, los relatores del pleno (los informadores) obviarán este inútil debate. La caja de resonancia no es tal porque no se expande sonido (idea) alguno al exterior. ¿Qué resta, por lo tanto? El silencio sería la respuesta. Pero la realidad es tozuda, y aunque no conste en los anales del futuro, alguien, quizás un orate, podría hablar de las interminables discusiones que se desarrollan en los plenos municipales para gloria del personalismo inútil, sobre temas que nos sobrepasan. Y es que todos los que allí acudimos, ya estamos convencidos de antemano.

Es decir, cuando la soflama, venga el viento de donde venga, se difumina o escapa a toda leche por la ventana o el balcón del palacio municipal, todos seguiremos ubicados en nuestro pensamiento. Y mientras, los periodistas, rezando para que acabe aquel suplicio sobre la disgresión. ¿Me convencerá un representante de la moderna o rancia derecha badajocense de que la enseñanza de la religión nos llevará a un mundo mejor? ¿Convenceré a un representante de los bancos de enfrente de que el concepto izquierda es una filosófica utopía a la que hay que tratar de alcanzar y no un modus vivendi? Inútil por ambos bandos. Por lo tanto, ¿a qué viene tanto desperdicio dialéctico de espaldas a las necesidades de los habitantes de nuestros pueblos y ciudades?

*Periodista