Dice el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero , que no duerme. No sería difícil averiguar el motivo. Puede ser que sea por el ejército de parados que llama a sus puertas. Pudiera ser que se debiera al hecho de que se haya convertido en el presidente de la democracia que ha procedido al recorte más amplio de derechos a los más débiles y todo ello siendo además secretario general de un partido teóricamente de izquierdas.

Tal vez el insomnio coyuntural se deba a la contrarreforma laboral que ha impuesto. O incluso la pérdida de sueño proceda del malestar de los millones de votantes que se sienten estafados por una acción de gobierno radicalmente distinta a la que figuraba en el programa electoral que votaron en su día.

Nada de lo anterior. El presidente perdió una noche el sueño pendiente de la respuesta del índice Nikkei a su plan de recorte. Lo imagino inclinando la cerviz, poniendo velas a la "santa austeridad", principal valedora de su conversión al credo neoliberal que se ha impuesto como tesis dominante en el Ministerio de Economía y que hasta hace apenas dos meses era el objetivo a batir.

La reforma laboral actual y la Ley que la regulará, aún más lesiva, suponen un ataque directo a los derechos laborales de la clase trabajadora de este país. Una reforma que pone en cuestión la negociación colectiva, fomenta el despido, lo abarata con fondos públicos, privatiza la intermediación laboral al autorizar las agencias de colocación como agentes de la misma, consiente que las administraciones públicas utilicen sin limitaciones personal de las Empresas de Trabajo Temporal permitiendo además su entrada en sectores hasta ahora prohibidos por razones de seguridad.

Se pretende con esta reforma combatir la crisis y crear empleo, cuando es aceptado globalmente que con los antecedentes históricos, el cambio de normativa laboral nunca ha tenido estos efectos, antes al contrario. Veremos en los próximos meses un retorno a la caída de la actividad y el empleo. Una tras otra, las falsas teorías neoliberales sobre las que se apoya la reforma (garantizar en el futuro un mayor volumen de empleo, combatir la dualidad de la contratación, combatir la rigidez del mercado de trabajo) se irán demostrando inciertas y por el camino dejarán un reguero de despidos y una mano de obra más barata que era el objetivo único perseguido.

Si sumamos la contrarreforma laboral, el plan de ajuste, el previsible pensionazo, la posibilidad de copago sanitario, la privatización de las pensiones, estaremos ante una ofensiva neoliberal contra lo que se ha denominado Estado del Bienestar que no es sino el fruto de la contribución y de la lucha social de muchas personas y muchos años. Con estas políticas, en nuestro país se está corriendo un serio riesgo de que las generaciones jóvenes tengan menores derechos y garantías laborales y peores condiciones de trabajo que los trabajadores de más edad. Es decir, que nuestros hijos vivan peor que nosotros e incluso que peor que vivieron nuestros padres.

No vale sacar pecho por actuaciones pasadas cuando la resultante final es un sistema social diluido. No vale vanagloriarse de tomar decisiones impopulares contra las clases más débiles, cuando los fuertes, el poder financiero o lo que es igual los responsables de la crisis, reciben ayudas millonarias y aplaude con las orejas la adopción de medidas que llevan años promoviendo. Con qué cara se puede mirar a un pensionista que sabe que si no se le hubiera perdonado el Impuesto del Patrimonio a los más ricos, no tendría su pensión congelada? De todo ello, permítanme la ironía, "se deduce mínimamente la razonabilidad" de convocar una huelga general. Los sindicatos mayoritarios de este país convocamos a los trabajadores el 29 de septiembre a un acto legítimo y democrático de rechazo y protesta.

Los trabajadores estamos dispuestos y acostumbrados a esfuerzos y sacrificios, pero no a la resignación. Es cierto que la economía globalizada impone una adaptación imprescindible, pero eso no significa que adaptación se asimile a menos derechos y menos regulación.

Desde UGT vamos a hacer un esfuerzo colectivo por llegar a todos los centros de trabajo, explicar lo que nos estamos jugando, dar la vuelta a estas políticas regresivas. Intentaremos que ese día, el 29 de septiembre, el presidente tampoco concilie el sueño. Lástima.