No se tiene noticia de ningún país del mundo donde la oposición boicotee de esta manera al Gobierno en su lucha contra la crisis. Aguanté las cinco horas y media del pleno parlamentario y no recuerdo más de un minuto en que Rajoy se ocupara de ayudar al Gobierno en esa empresa.

Un pleno así no sirve para nada, si no fuese por la enjundia de las intervenciones de Zapatero y del resto de los portavoces, si se excluye a Rosa Díez , que habla sólo en nombre de un odio tristísimo que no sé quién le ha inculcado.

Zapatero y los demás oradores, con las dos excepciones mencionadas, se esforzaron en arrimar el hombro en la empresa nacional de conjurar la grave crisis que atenaza a España y al resto de países entre los que nos movemos.

Estoy convencido de que en la postura del Gobierno habrá errores y meteduras de pata, pero en su voluntad y en la de todos los grupos, con las dos mencionadas excepciones, es evidente que podemos ver arrojo y sensatez, a la par que determinación para facilitar la salida de la crisis, en coordinación con los foros e instituciones internacionales que luchan por lo mismo. Rajoy rozó el ridículo en su final alegato sobre Lukoil y Repsol, tema que allí no interesaba para nada y que además era como mentar la soga en casa del ahorcado. Como advirtió el presidente, a Rajoy le falló hasta la ironía, que otras veces adorna bien su inconsistencia.